(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y escritor)
“El caso de Almudena es clamoroso (…) la opinión tenía que ver con la frase: ‘Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta’. Que ella interpretó en puro sentido carnal; cuando se refiere al alma, en femenino”
Un artículo publicado por la escritora de novelas sicalípticas, Almudena Grandes, sobre la madre Maravillas, en la contraportada de El País, ha levantado la polémica. La cosa iba sobre monjas violadas. Nada nuevo. La “gracia” de la escritora al respecto no da para más de lo que expresa en estas frases: “¿Imaginan el goce que sentiría (la madre Maravillas) al caer en manos de una pandilla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?”. Ver para creer. Porque, desde luego, si sólo me lo hubieran contado, me habría costado trabajo creerlo. Tras el lógico estupor, sentí vergüenza y repugnancia. Acto seguido, se me vino a la cabeza un pensamiento: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. En este caso, escribe la mano. De lo opinado se deduce lo que para ella debe de ser el súmmum de los goces.
Porque los tiempos cambian. Y en algunos casos retroceden. Es triste ver cómo algunas ideas progresistas se dan la vuelta a sí mismas y acaban rizando el rizo hasta caer en lo contrario que preconizan. El caso de Almudena es clamoroso. Se ha pasado la vida hipando por el feminismo para terminar a la vejez haciendo chistecitos machistas sobre monjas violadas. Ése es el problema de vivir fuera de la realidad, lo cual en ocasiones es la peor consecuencia de un ego no controlado. O, peor aún, de la mera incultura y barbarie. Ya que la opinión tenía que ver con la frase: “Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta”. Que ella interpretó en puro sentido carnal; cuando se refiere al alma, en femenino. Es un aviso de san Juan de la Cruz que se mueve en ese sutil terreno místico, esencialmente espiritual, que tiene que ver con el desprendimiento de las cosas, con el abandono en manos del Eterno, con el desprecio del mundo… En fin, todo lo contrario de lo que entendió. Es de comprender que la literatura del Siglo de Oro de las letras hispanas se le escape. Seguramente ni la conoce, aun siendo universalmente lo más apreciado de nuestra literatura.
En el nº 2.640 de Vida Nueva.