Es de alabar el gesto de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega (o de quienes la asesoran en esta materia) de felicitar estas fiestas con una tarjeta netamente religiosa, en un momento en que vuelve a cuestionarse la simbología cristiana. Muy probablemente no lo haya hecho por convicción personal con esos motivos –un portal de Belén–, pero sí por el compromiso con quienes las han elaborado: los 1.200 niños y niñas a los que cada día, desde hace 36 años, educan y alimentan las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Cité Soléil, en Haití. De la Vega estuvo en agosto visitando ese centro y se comprometió, a través de la Agencia de Cooperación Internacional, a aportar 240.000 euros al proyecto que desarrollan las religiosas. Ya habrá tiempo para reflexionar sobre la reforma de la Ley de Libertad Religiosa o lo que se pretende hacer con la Ley del Aborto. Ahora, se agradece que no se haya dejado llevar por los prejuicios del sector más laicista del PSOE.
En el nº 2.641 de Vida Nueva.