Oro, agua, represión y sangre

ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ, OSST. LIMA (PERÚ) | Perú anda muy revuelto por el conflicto social en Conga entre el pueblo y el Gobierno. Se trata del gran yacimiento de oro que se encuentra debajo de una laguna que abastece de agua a la provincia de Cajamarca.

El pueblo prefiere el agua al oro; pero el Gobierno de Humala ha decidido anular la laguna para poder explotar el yacimiento. Los hechos y conflictos se están dando en la misma provincia en donde el conquistador Francisco Pizarro, hace 480 años, entraba arrasando, matando indios y asesinando a Atahualpa para quedarse con el oro del Perú. La historia se repite y, como pensó Pizarro que el oro le iba a convertir en el marqués más rico del mundo, así parece que piensa hoy el Gobierno peruano.

Por otra parte, creo que hay que reconocer que el pueblo está siendo manipulado políticamente por los movimientos radicales de izquierda, y azuzados y llevados a la calle por sus dirigentes radicales en un enfrentamiento a muerte con las instituciones del Estado. Fruto de ello son las cinco muertes inocentes en este conflicto minero y las decenas de damnificados entre policías y pueblo en general.

En medio de este conflicto pareciera que la Iglesia local de Cajamarca se ha inclinado más bien en el apoyo a los campesinos que reclaman el agua. E, incluso, para dar salida al conflicto, el Gobierno ha propuesto al arzobispo de Trujillo, monseñor Miguel Cabrejos, como mediador.

Por su parte, el Gobierno de Cajamarca propone como facilitador a un sacerdote de 72 años, cercano al pueblo pobre y campesino, el P. Gastón Garatea; un religioso de los Sagrados Corazones que trabajó en la Comisión de la Verdad para el esclarecimiento de los más de 60.000 peruanos asesinados durante el tiempo del terrorismo provocado por Sendero Luminoso. Ambos sacerdotes serán los facilitadores de un diálogo roto entre el Gobierno central y la región de Cajamarca.

En la homilía del entierro de las cinco víctimas asesinadas por disparos de la policía, un sacerdote denunciaba en nombre del pueblo campesino de Cajamarca que reclama el agua antes que el oro: “Nadie nos puede impedir nunca apostar por la vida, buscar las mejores condiciones vitales. Eso es lo que el pueblo quiere. Algunos, lo que desean es el oro y el cobre y se les trata con reverencia. Al pueblo, que lo que busca es el agua, se le trata con represión, desde órdenes tomadas por señores que están cómodamente sentados en sus sillones limeños. A unos, reverencia; a otros, represión desproporcionada. Siempre toca la muerte a los más pobres e indefensos”.

Todo esto muestra que la Iglesia, con sus errores y aciertos humanos, no está ajena a los conflictos sociales; el desarrollo sostenible de la humanidad no puede justificarse cuando pone en peligro el ecosistema ecológico, el agua y el aire. Entre las opciones de oro y agua, está claro que lo principal para un pueblo es el agua y no el oro.

En el nº 2.812 de Vida Nueva.

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