JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“El suceso de la restauración del ‘Ecce homo’ de Borja con toda su cómica ingenuidad, debe suscitar alguna reflexión, dejando aparte la repercusión mediática…”.
El suceso de la restauración del Ecce homo de Borja, con toda su cómica ingenuidad, debe suscitar alguna reflexión, dejando aparte la repercusión mediática.
La Iglesia católica asume desde hace siglos una parte sustancial del patrimonio histórico-artístico de España, que constituye, sin duda, el legado cultural de propiedad privada más valioso que puede admirarse actualmente. Sin embargo, se enfrenta a la difícil tarea de su cuidado, restauración y mantenimiento, que es costosísimo y que requiere permanentes y cuantiosas inversiones económicas que, en ocasiones, no pueden ser llevadas a cabo a causa de falta de liquidez o por el olvido institucional; sin mencionar los robos y expolios.
Sin los medios necesarios, la Iglesia ha venido asumiendo esta responsabilidad, con buena voluntad y tesón, con o sin la ayuda de las instituciones, mediante el voluntariado, las aportaciones de los fieles y una gestión válida, aunque rudimentaria. Y la sociedad civil se ha beneficiado especialmente en las últimas décadas con el turismo, aportando no obstante una mínima parte de los gastos.
Y no me refiero ya a las catedrales y grandes monumentos, sino a la infinidad de iglesias, capillas y monasterios, con todo su patrimonio mobiliario, a través de toda la geografía española.
Como párroco de pueblo pequeño, con tres templos con sus correspondientes retablos, imágenes y pinturas que mantener, puedo hablar por propia experiencia de algo que conozco bien y que sé que supone grandes quebraderos de cabeza para muchas comunidades parroquiales.
En el nº 2.814 de Vida Nueva.