Cristianos perseguidos

FERNANDO J. ARPIDE. Correo electrónico | Muchos cristianos están sufriendo persecución en países de culturas y religiones distintas y dificultades en sociedades laicas. Es suficiente un análisis elemental, sin meternos en profundidades, para comprender la situación.

La fe cristiana, la fe de Jesús, es una fe más allá de la religión. Jesús vivió la experiencia de Dios más allá del judaísmo sin renegar de su religión; para Pablo de Tarso es posible experimentar la fe de Jesús sin renegar de lo que cada uno es: hombre, mujer, esclavo o libre, judío, griego o romano; Pedro dice que Jesús es el señor de todos, si en cualquier nación donde se encuentren –cualquiera que sea su religión– practican la justicia –el amor de Dios–.

La fe cristiana es, pues, una fe laica; permite en cualquier religión, sin renegar de sus ritos y creencias, experimentar y practicar el amor del Dios de Jesús. Es la única que no precisa ser una religión; es una experiencia y un estilo de vida jesuanos que puede ser desarrollado en todas las culturas y religiones del mundo; es la única fe universal.

¿Dónde está, pues, el mal? Para mí, sin lugar a dudas, en el Cristianismo. Hemos convertido la misión de ‘íd, predicad y bautizad’ en un reclutamiento de renegados y traidores a la cultura y religión de origen, pretendiendo convertir los pueblos a la cultura cristiana, en vez de identificar el cristianismo en las culturas de los pueblos.

Hemos hecho de la fe de Jesús una religión cristiana con sus dogmas, ritos y preceptos excluyentes; una religión extranjera de una cultura dominante y proscrita que provoca rechazo.

¿Cuál es el remedio? Descubrir que la experiencia jesuana no está reñida con musulmanes, animistas o taoístas auténticos, porque la comensalía de Jesús sentando a su mesa a ricos y pobres, a puros e impuros, es un ritual que sobrepasa los convencionalismos sociales hermanando lo aparentemente irreconciliable. La misma Cena del Señor fue algo más allá de una cena pascual judía.

Cuando descubramos la fe de Jesús en las religiones del mundo podremos celebrar el ritual de la Cena en el seno de sus rituales religiosos y estaremos en camino de ser aceptados. Nada más alejado del sincretismo; sería la comensalía jesuana del diálogo interreligioso en su más íntima realización. ¿Y los ateos? No me cabe duda que Jesús también reniega de los dioses en los que no creen.

En el nº 2.815 de Vida Nueva.

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: director.vidanueva@ppc-editorial.com

Compartir