Un libro de Antonio Bravo (Sígueme, 2012). La recensión es de Jesús Sastre García
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Meditaciones sobre la alegría cristiana
Autor: Antonio Bravo
Editorial: Sígueme, 2012
Ciudad: Salamanca
Páginas: 206
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JESÚS SASTRE GARCÍA | Antonio Braso, de la Sociedad de los Sacerdotes del Prado, aborda aquí un tema nuclear para el ser humano, aunque no muy frecuente en las publicaciones teológicas, espirituales o pastorales: la alegría como elemento constitutivo de la vida feliz. Sabemos que la motivación última de nuestras actuaciones es sentirnos bien con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Ahora bien, en el contexto social hay muchos caminos distintos que prometen la felicidad.
Para ayudarnos a encontrar el camino adecuado, estas páginas son una “meditación sobre las fuentes de la verdadera alegría”. ¿Qué aporta la alegría cristiana a la búsqueda de la felicidad? ¿Cómo llegar a encontrar la fuente de la alegría? El primer capítulo es una “invitación profética a la alegría”.
Los seis siguientes profundizan en “Jesús, nuestra alegría”, para terminar con tres capítulos donde se aborda la alegría del apóstol, la necesidad de formar y formarse para la alegría, y las condiciones para vivir la alegría de la Palabra. El elenco de aspectos sobre el tema es bastante completo.
Estamos, pues, ante un tratado sobre la alegría cristiana. Como indica el título, son meditaciones sobre ella. Es decir, el tono es sapiencial y existencial.
El carácter sistemático del libro y de cada capítulo parte de una buena selección y exégesis de textos bíblicos; sobre ellos construye el autor las reflexiones y las aplicaciones para la vida. Al mismo tiempo, las exposiciones están contextualizadas, pues se tienen muy presentes los rasgos de nuestra cultura, tanto los aspectos que favorecen como los que dificultan la verdadera alegría.
Las palabras finales, de 1 Pe 4, 13, marcan el ideal de la alegría cristiana: “Al contrario, estad alegres en la medida que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante”. El contrapunto está en la primera nota (pág. 9): “El espíritu misionero de la Iglesia no es más que el impulso para comunicar la alegría que se nos ha dado” (Benedicto XVI).
Pese a su densidad, que exige una lectura reposada y meditativa, el libro se lee bien y las notas ayudan a profundizar en él. Se disfruta saboreando lo que desde la mente va pasando al corazón. Así, puede ser un instrumento útil para una lectura personal con comentario en grupos o comunidades cristianas de jóvenes y adultos, máxime en este tiempo de crisis y sufrimiento para tantos.
En el nº 2.819 de Vida Nueva.