Todas las historias

Pablo Dors(Pablo d’Ors– Sacerdote y escritor)

“Hay otras historias que nadie cuenta, ni siquiera en Navidad, pero que merecerían algún autor, por lo que me he decidido a brindarlas aquí y ahora, por si hay alguien quiere coger el testigo. Me refiero a la de un tapicero húngaro, por ejemplo, extremadamente refinado, cuyo afán de pulcritud le condujo hasta el crimen”

Ésta es la historia de un farero que, desde su puesto de vigía, miraba cada mañana a un pescador. Y la historia de ese pescador que, desde el extremo de una cala, tiraba su caña al mar. Y la historia de un pez, en fin, pescado por ese pescador y comido por ese farero, vínculo que unía a estos individuos, sin que ninguno de ellos llegara a saberlo jamás. 

Ésta es una historia que me gustaría escribir algún día.

Pero también quisiera relatar la de una pobre solitaria que no se cansaba de encender la radio, a sabiendas de que llevaba años estropeada y sin perder jamás la esperanza de que llegase a funcionar. Otra historia digna de una novela corta o, al menos, de un relato, digo yo.

O la que me contaron de un párroco obsesionado con el coro de su iglesia y, paralelamente, la de un director de orquesta obsesionado con Dios.

Luego hay otras historias que nadie cuenta, ni siquiera en Navidad, pero que merecerían algún autor, por lo que me he decidido a brindarlas aquí y ahora, por si hay alguien quiere coger el testigo. Me refiero a la de un tapicero húngaro, por ejemplo, extremadamente refinado, cuyo afán de pulcritud le condujo hasta el crimen. O la de un alguacil muy reputado y popular, de cuyos frecuentes ataques de tos no parecía que pudiese salir vivo, tales eran las contorsiones de su cuerpo y el color de su piel durante aquellos trances tan angustiosos. O la de un niño al que su dentadura postiza -infrecuente en los chicos de su edad- daba una inusitada autoridad entre sus fascinados compañeros de colegio. O la de un increíble trabajador que reducía permanentemente sus horas de sueño (primero quitaba horas, luego minutos), para así poder trabajar más, hasta que llegó el día (más bien la noche) en que, de dormir tan poco, cayó enfermo y no pudo trabajar más. Pero esta última es una historia que creo que voy a escribir yo.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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