(José Mª Rodríguez Olaizola– Sociólogo jesuita)
“Digo yo que, siendo Iglesia cada uno de nosotros, quizás cabe formular el deseo en primera persona. Que mi vida, Señor, sea un espacio de verdad y de amor; que aprenda a vivir libre de tiranías y convenciones”
“Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, justicia y paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando (Plegaria Eucarística Vb)”.
No está mal como deseo de año nuevo, ¿eh? Un deseo válido para todas las estaciones, y en el que cada persona puede soñarse. Escuchamos esas palabras, y nos asaltan los contrastes -tan humanos- que percibimos a menudo entre el deseo y la realidad limitada de nuestras instituciones y nuestras gentes. Entonces es fácil caer en un cierto escepticismo por la contradicción entre lo que deseamos y lo que percibimos, o en la crítica por lo que falla -y entonces nos centramos en la falta de libertad, de igualdad, de acogida para todos, en lo injusto de algunos planteamientos en nuestra Iglesia, etc-.
Pero digo yo que, siendo Iglesia cada uno de nosotros, quizás cabe formular el deseo en primera persona. Que mi vida, Señor, sea un espacio de verdad y de amor; que aprenda a vivir libre de tiranías y convenciones (si me apartan de tu evangelio); que con mi vida sea justo, con esa justicia tan tuya que a todos trata por igual (igualmente bien); que mi palabra y mis actos sean actos de paz, de reconciliación y de perdón dado y recibido; y que aprenda a dar motivos para la esperanza.
La desproporción entre el deseo y la realidad sigue siendo enorme. Pero, al menos, descubro que en mi mano está el desear, soñar, arriesgar y saltar al vacío que supone vivir a tu modo. Y resulta que parece más posible. Porque “tu Iglesia” para mucha gente soy yo que escribo; y eres tú que lees estas líneas. Nuestras vidas pueden empezar a hacer realidad estas palabras. Ojalá sepamos cómo. No es mal deseo para un año nuevo.
En el nº 2.643 de Vida Nueva.