VICENTE POVEDA, periodista y excorresponsal en Alemania | Fue verdaderamente espectacular. Tras la fumata blanca, Alemania entera parecía inmersa en una fiebre papal. Los principales líderes de opinión –políticos, deportistas, artistas…– expresaban sus respetos a Benedicto XVI, e incluso los críticos que acuñaron los apodos de Panzerkardinal o “gran inquisidor” para el cardenal prefecto recordaban los mejores momentos de juventud vividos junto al ahora pontífice o elogiaban la universalidad de sus primeros mensajes. Con un “Wir sind Papst”, “Somos Papa”, plasmó el diario Bild el ambiente del momento.
Ocho años han pasado, y el Papa es de nuevo un gran tema en los medios alemanes. Pero ya no hablan del sonriente “nuevo Ratzinger” que celebraban tras el cónclave. Pasada la breve euforia por la elección del primer Papa alemán en cinco siglos, de nuevo se destaca el “cansancio”, la “resignación” y la lejanía frente a Roma de los católicos de un país en el que muchos reducen la fe a la píldora del día después y confunden “Gólgota con una pasta de dientes”, en palabras de Matthias Matussek.
Los católicos son la principal confesión en el país de Lutero solo porque el número de protestantes cae a un ritmo mucho mayor. Como en otros países de la vieja Europa, muchas parroquias se fusionan entre sí por la sequía de sacerdotes, y resulta ya casi exótico ver a niños hacer la Primera Comunión.
El Papa ha tenido palabras claras
para los católicos alemanes,
sobre todo en Friburgo, cuando, jugando con el idioma,
recomendó a sus obispos una entweltlichung, “desmundanización”.
Y eso mientras la alemana sigue siendo una de las Iglesias más ricas del mundo, con un muy sólido sistema de financiación a través de los impuestos, excelentes templos, colegios y hospitales, y organizaciones caritativas y misioneras de referencia mundial.
El Papa ha tenido palabras claras para los católicos alemanes, sobre todo en Friburgo, cuando, jugando con el idioma, recomendó a sus obispos una entweltlichung, “desmundanización”, que la Iglesia se libere de su fardo material y político para concentrarse en la oración y el Evangelio.
En definitiva, que viva de una fe sencilla y firme, como en la que él creció en una aldea de Baviera hasta convertirse en todo un gran doctor de la Iglesia contemporánea.
En el nº 2.838 de Vida Nueva.