Tribuna

El biógrafo de Jesús

Compartir

Fernando García de Cortázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de DeustoFERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR | Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto

“Desde que leí la vida de Jesús de Benedicto XVI cambié radicalmente mi opinión sobre el antes cardenal Ratzinger…”.

Desde que leí la vida de Jesús de Benedicto XVI cambié radicalmente mi opinión sobre el antes cardenal Ratzinger, a quien nos lo habían presentado como un celador doctrinal que encerraba en el aire estancado de los dogmas el espíritu generoso del cristianismo. En su obra se encontraba una curiosa mezcla de la que precisa la Iglesia de nuestro tiempo.

Por un lado, la falta de complejos ideológicos y la confianza en sus principios fundacionales; por otro, la exigencia de hacer del cristianismo una propuesta de civilización que saliera al paso de unos valores que nuestra sociedad ha abandonado, sin dejar de declararse hija directa de una cultura inspirada en la vida y el mensaje de Jesús.

No sabemos qué presiones, en una dirección u otra, habrá recibido Benedicto XVI de su Curia, auténtica maquinaria político-administrativa encargada de velar por el funcionamiento material de un destino espiritual. El cansancio y la desolación que le han causado penosos episodios de la Iglesia son presentados hoy, en algunos medios, como la causa de su renuncia.

Pero su labor más intensa, silenciada en un mundo que presta poca atención a lo importante, es, quizás, la firmeza con que ha empuñado la actualidad de la vida y la obra de Cristo para transmitirla en su integridad a sus lectores.

Con su narración entusiasta,
el Papa nos ha devuelto esa intransigencia ante el pecado
y esa bondad ante quienes sufren,
la misma que Jesús derramó a manos llenas
en el Sermón de la Montaña.

Creo firmemente que no fue solo Dios quien se hizo hombre, sino que Cristo nos hizo verdaderos seres humanos con la aleccionadora experiencia de su vida. Lo hizo con la alegría de su existencia, iniciada en ese nacimiento que recordó Benedicto XVI con una ternura infinita.

Lo hizo con su amarga contemplación del pecado, de la injusticia y de la humillación. Lo hizo apaciguando con su voz el temor a una vida sin sentido de quienes habían dejado de creer en sí mismos. Lo hizo enfrentándose sin inútil jactancia a una muerte atroz, que consideró inevitable si, con ella, se abría una nueva era en la historia del hombre, la de la libertad e igualdad del
género humano.

Ese Jesús ha sido relatado muchas veces, pero pocas como lo ha hecho Benedicto XVI. Con su narración entusiasta, el Papa nos ha devuelto esa intransigencia ante el pecado y esa bondad ante quienes sufren, la misma que Jesús derramó a manos llenas en el Sermón de la Montaña, no mucho antes de que, en sus últimas palabras, en la consumación de su agonía, nos devolviera nuestra posibilidad de ser dignos de Él.

En el nº 2.838 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: BALANCE DE UN PONTIFICADO

ESPECIAL WEB: BENEDICTO XVI RENUNCIA