JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Los datos de la EPA dibujan un cuadro terrorífico. A muchos les empieza a faltar lo necesario para vivir…”.
Hubo un tiempo no tan lejano en el que, en España, solo escribían sin censura previa los obispos. Algunos –pocos– hicieron uso de esa prerrogativa para abordar con libertad aspectos de la actualidad. Así, algunas graves carencias e injusticias fueron abordadas con espíritu evangélico en aquellos tiempos, para disgusto de los elementos más recalcitrantes del régimen franquista, que consideraban el hecho una traición de la Iglesia, su “socio natural”, diagnóstico en el que coincidían no pocos obispos. Más valía la miseria con gente de bien a que te sellara la cartilla de racionamiento una pandilla de apóstatas.
Hoy tenemos libertad de expresión y aquella posguerra solo la recuerdan los más mayores, los que ahora tienen que estirar su pensión para que sus hijos y nietos no caigan en la exclusión social.
Los datos de la EPA dibujan un cuadro terrorífico. A muchos les empieza a faltar lo necesario para vivir. Pero estos ya no tienen quién les escriba. Sí, por ahí aparece alguna pequeña carta o se dice alguna frase medida al milímetro, como quien hace balance de inventario, no vaya a ser que nos quedemos sin religión en la escuela… O se escribe y se repite que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, con lo cual, claro, parece como que una especie de justicia divina hubiese vuelto a poner las cosas en su sitio.
Es preferible seguir mudos a decir algo así, porque es una observación obscena. Hace años, cuando aún estábamos instalados en el bienestar, Cáritas ya advertía de que una franja significativa de la población era pobre y que no había notado en absoluto la bonanza económica. Así pues, un respeto, pues mucho me temo que los que entonces estaban pasando penuria son ahora directamente excluidos sociales, personas que difícilmente podrán ser reintegradas.
Quienes eso piensan o dicen deberían darse una vuelta por las colas del paro, lo más parecido a un purgatorio laico. O acompañar a los curas, a los religiosos y religiosas en su quehacer en medio del “espesor de lo real” –en expresión de Fernando Urbina–, sobre todo en los cinturones industriales. Hoy, la periferia ya está en nuestros portales.
En el nº 2.846 de Vida Nueva.