El cura Javierre se cuenta a sí mismo

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

He leído con fruición el libro que sobre el cura Javierre ha escrito el periodista andaluz Antonio Lorca. Es un libro lleno de vida y necesario hoy más que nunca. Su título: José María Javierre, la sonrisa seductora de la Iglesia (Sígueme). En él, es el mismo Javierre quien se explica y quien se cuenta a sí mismo de la mano de Antonio Lorca, avezado discípulo de la escuela de Unciti. Es la voz clara de Javierre la que se escucha; su sonrisa abierta sin carcajada es la que se atisba, y su ingenuidad no ofensiva en la frase, la que se adivina en la anécdota discreta que se narra con memoria prodigiosa y con esa su visión tan cristiana y humana del mundo y de la Iglesia. Lorca ha puesto pluma a su voz diáfana tras largas horas de conversación junto al Guadalquivir, desde su casa del Paseo Colón, a donde yo tuve la amarga suerte de llegar cuando apenas hacía una hora que había muerto, y de haber rezado con su familia sevillana esa Salve que tanto le emocionaba. En el libro, la información va adobada de emoción. Se lee de corrido. Pero hay algo de servicio generoso que merece agradecimiento al autor. Con el personaje, nos ha metido aire fresco en la Iglesia cuando se van marchando los grandes y su estilo fenece entre desprecios de trepas y farsantes. Recuerdo con tristeza las ausencias en su entierro en aquella lluviosa mañana del 18 de diciembre, fiesta de la Esperanza. El estilo Javierre no puede desaparecer, y este libro lo recuerda ahora, cuando en esta primavera sevillana se echa de menos la alegre sonrisa de Javierre. Y en la Iglesia también .

Publicado en el nº 2.705 de Vida Nueva (del 1 al 7 de mayo de 2010).

Compartir