Adiós a la leyenda Pepe Domingo Castaño: del convento al “¡Pepe, un purito!”

  • Estuvo con los dominicos desde los nueve años hasta los quince, llegando a ser novicio en Palencia
  • Con la Orden de los Predicadores, en el municipio asturiano de Corias, nació su amor por la radio

Pepe Domingo Castaño

En la madrugada del pasado domingo 17 de septiembre, a los 80 años, falleció en Madrid el periodista gallego Pepe Domingo Castaño. Codirector junto a Paco González de uno de los programas estrella de Cope, ‘Tiempo de juego’, estamos ante uno de los mayores comunicadores del siglo, siendo cantante de éxito, presentador de espacios televisivos, referente de la radio musical y, en las últimas décadas, uno de los gigantes del deporte narrado en las ondas, primero en La Ser, con el ‘Carrusel’, y, desde 2010, en la emisora de los obispos.



De hecho, entre los muchísimos homenajes que le han llegado en las últimas horas (en todas las competiciones deportivas del país se guardó un minuto de silencio en su memoria), con sentidos mensajes de políticos de todos los colores, deportistas y artistas, se ha contado el del secretario general de la Conferencia Episcopal, César García Magán, quien, en su cuenta de Twitter, resaltó que “con Pepe Domingo Castaño se va un referente de la radio y de la comunicación en España. Que Dio premie sus buenas obras y consuele a su familia, a sus compañeros de Cope y ‘Tiempo de juego’, y a todos sus seguidores”.

Revolucionario en todo lo que acometía, su espíritu joven (sostenido hasta el final, ya octogenario) y creativo le llevó a innovar en numerosos ámbitos. El último de ellos en la publicidad, siendo un férreo defensor de que no era “una pausa” (aborrecía esa concepción), sino una parte más del programa y que, por tanto, debía generar emociones en el oyente. Así, distintas generaciones de amantes de la radio tendrán para siempre grabadas a fuego en el alma sus enérgicas llamadas a tener en casa una desbrozadora Still, beberse una buena Coronita, degustar con tranquilidad unas pipas Facundo y, por supuesto, escuchar los goles de su equipo, un domingo por la tarde, mientras se fuma un habano Reig… “¡Pepe, un purito!”.

Paisano de Cela y Rosalía de Castro

Pero, muchísimo antes de ser la leyenda Pepe Domingo Castaño, este gallego nacido en una pequeña villa del municipio coruñés de Padrón, que dio al mundo a los escritores Camilo José Cela y Rosalía de Castro, formó parte de una familia compuesta por 12 hermanos, siendo él el segundo y muriendo además su padre muy pronto. Esa infancia, en la que hubo momentos de gozo y dolor, está muy presente en su libro ‘Hasta que se me acaben las palabras’ (Aguilar), su autobiografía, auténtico éxito editorial con el que, el pasado año, recorrió España entera para (sin saberlo) despedirse de su legión de seguidores. Además, en sus páginas cuenta cómo, para aliviar el peso familiar, siendo apenas un niño de nueve años, tuvo que dejar su casa para pasar cinco cursos en el Colegio de la Virgen del Camino, que los dominicos impulsaban en el municipio asturiano de Corias, y después, a los 15 años, ingresar como novicio en el Convento de San Pablo, en Palencia, también con la Orden de los Predicadores.

Ahí, tras ponerle el hábito y empezar a llamarle “fray Castaño”, tuvo claro que no estaba llamado a la vida de fraile y renunció. Pero sí bulló en él esa pasión por comunicar, tan propia del espíritu dominico. De hecho, como el propio Castaño relató en una entrevista publicada en la web de la congregación fundada por Santo Domingo de Guzmán, fue ya en Corias donde empezó a forjarse su futuro: “Había un padre muy simpático que nos daba clases de literatura, el padre Felipe Lanz, que fue el que me animó a escribir, y había otro, el padre Iparraguirre, que era un cachondo de la vida, un tío que vivía muy feliz, que transmitía mucha felicidad, y un día se le ocurrió la idea de montar una emisora y pidió voluntarios. Yo, lógicamente, me presenté como locutor. Hicieron unas pruebas pequeñitas, me aceptaron y montamos una emisora que se llamaba ‘Radio Cauriense’, de Corias. Y ahí empezamos a hacer cositas; leíamos poemas, trozos de libros, hacíamos concursos. Todo muy pequeñito, una niñería, pero bueno, tuvimos mucho éxito”.

Experiencia que le marcó

En esta época final de su vida, muchísimos años después de esa renuncia a la vida religiosa, tenía claro que “de los dominicos lo aprendí todo. Mi formación viene de ellos, de cada uno de ellos. Aprendí a ser persona, a respetar a los demás, a darle una oportunidad a la gente, a creer que lo más importante en la vida es la verdad, a respetar a mis padres, a repartir cariño, a tener un bagaje cultural brutal que no tenían otros chicos de mi edad… Y prueba de ello es que todo eso me sirvió para ser lo que he intentado y he luchado por llegar a ser”.

Ha muerto el hombre que disfrutaba cada instante de su vida con la pasión de un niño y para el que el trabajo no era sino jugar y divertirse. Ese secreto para ser feliz es la última enseñanza de quien ya es leyenda. Pepe, ¡un purito!

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