(Vida Nueva) El ‘caso COPE’ lleva tiempo pasando factura a la imagen de la Iglesia. Al hilo de esta polémica, en el número 2.619 de Vida Nueva, además del artículo que firma el director, Juan Rubio, lanzamos en la sección Enfoques la siguiente pregunta: ¿cómo habrían de ser los medios de inspiración cristiana? Dos especialistas en la materia nos aportan sus respuestas.
Libertad y responsabilidad
(Rafael Ortega– Presidente de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España) La pregunta me la hacen estos últimos días muchos amigos y conocidos, que no tienen ninguna relación con medios de comunicación, pero que leen y, sobre todo, escuchan: “¿Cómo debe comportarse la radio de los obispos?”.
La expresión “radio de los obispos” me altera un poco, pero desgraciadamente se ha impuesto en el lenguaje cotidiano, porque ha sido fomentada por los poderes públicos y por los propios comunicadores “estrella”. En esto estoy plenamente de acuerdo con mi querido y respetado José Luis Gago, ex director general de la COPE, que afirma que “la expresión ‘radio de los obispos’ es utilizada por un sector mediático y social, desafecto y contrario a la COPE, con acento despectivo y acusatorio, por lo que convendría hacer un examen de conciencia desde la COPE para descubrir si determinados modos de actuación, de opinión y de expresión, no han propiciado ese tono arrojadizo y pretendidamente descalificador”.
Me hubiera gustado que me preguntasen acerca de todos los medios informativos que difunden la doctrina católica en nuestro país. Pero no. La demanda era y es siempre la misma, y mi respuesta, también: “Con libertad y responsabilidad”.
Hoy la Iglesia española, y no hablo sólo de la Jerarquía, sino de todos los católicos de este país, tiene un gran medio generalista, la COPE, que no cumple, a pesar de lo que digan sus “estrellas”, ni con “la libertad ni con la responsabilidad”. Se escudan en la “libertad” para informar de lo que a ellos les interesa particularmente, como la defensa, no ya de un partido político, sino de una facción de ese partido, o de intereses económicos propios. Eluden la “responsabilidad” con el insulto cotidiano y la descalificación. La “irresponsabilidad” les lleva a mofarse de los dueños de la Cadena. Una situación inaudita que en cualquier medio informativo o en cualquier empresa hubiera supuesto la expulsión inmediata de esos sujetos.
La COPE acoge a casi mil trabajadores, y la Cadena tiene una gran responsabilidad económica ante ellos. Pero no todo es dinero. No hay que escudarse en un trabajo estelar para olvidar un Ideario que es una pieza maestra de la Conferencia Episcopal Española, y que nadie de ese firmamento estelar quiere cumplir.
No basta con una “línea editorial COPE“, si esa línea editorial se limita a espacios de emisión fuera de los grandes programas. Esa “línea editorial” tendría que estar presente en la actuación cotidiana de los directores de los programas estrella.
Es más, la “línea editorial” presenta la doctrina católica, y la “línea de las estrellas”, repetimos, defiende sus intereses partidarios. Esos intereses priman sobre los primeros, cuando éstos deberían ser la guía de actuación de la Cadena. Nunca los intereses políticos y económicos por encima de la doctrina católica.
La semana pasada ha tenido lugar en Roma el encuentro de los responsables de las radios católicas, y el papa Benedicto XVI ha sido muy claro: “La radio tiene como función informar y entretener, anunciar y denunciar, pero también la de formar a los oyentes en el respeto a la verdad y el cultivo a la esperanza”. Volvemos a lo mismo: “Libertad y responsabilidad”.
Me consta que la Conferencia Episcopal Española, principal accionista de la Cadena, ya se ha puesto a trabajar para solucionar este espinoso tema y para que el medio generalista por excelencia de la Iglesia española haga de su trabajo un servicio a la verdad con espíritu de convivencia y criterio independiente.
Nunca olvidaré las palabras que el papa Juan Pablo II nos dirigió a los periodistas españoles, el 2 de noviembre de 1982, durante su primera visita a España: “Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptible ante la verdad”.
Pues eso. Con Libertad y Responsabilidad.
El silencio no es rentable; las trincheras, tampoco
(Francisco Muro de Iscar– Periodista) Por qué la Iglesia tiene tan poco eco en los medios? ¿Por qué cuando se habla de la Iglesia casi siempre es por algo negativo? ¿Qué se puede hacer y qué estamos haciendo, si es que estamos haciendo algo? ¿Por qué el periódico que más información da sobre la Iglesia y los asuntos relacionados con la religión es, precisamente, el que se declara defensor del laicismo a ultranza y contrario a que la Iglesia tenga, casi, ningún papel en la sociedad civil? ¿Por qué algunos programas de la emisora que es propiedad de la Conferencia Episcopal suscitan tantas críticas y hasta hacen perder juicios en los tribunales? Son sólo preguntas…
Ninguna institución que viva hoy en el mundo puede ignorar la imagen que proyecta. La Iglesia, tampoco. Siempre me ha parecido sorprendente que haya que explicar por qué la Iglesia tiene que dedicar buena parte de su esfuerzo a comunicar y por qué algunos le niegan ese espacio. “Id y evangelizad a todas las gentes”. Transmitir “la buena noticia” es el primer objetivo de un cristiano. Desde las parroquias, uno de los mayores medios de comunicación de masas de los que dispone la Iglesia -muchas veces mal utilizados con homilías mal preparadas y tan aburridas como confusas- y desde las radios, las televisiones, los periódicos y hasta las hojas parroquiales, la Iglesia es, esencialmente, comunicación.
¿Cómo es la imagen de la Iglesia española hoy? Difusa, negativa, parcial, interesada, a veces sectaria. En los medios de información general es escasa y casi siempre interesada o polémica. Aunque millones de católicos compran periódicos, ven televisión y escuchan la radio, para los editores, lo católico “no vende”. La oferta informativa que hacen los católicos -la Iglesia, los centros educativos, las ONG, el mundo del pensamiento y de la cultura- no interesa a los medios o no les llega adecuadamente. Algo debemos estar haciendo mal para que esa realidad no llegue a los católicos a través de los medios generalistas. Seguramente falta cultura de información para explicar lo que somos y lo que hacemos. Desde luego, falta diálogo permanente con los medios, trabajo diario. Lo que no estoy seguro es de que muchos estén preocupados por esa carencia. Estamos perdiendo un espacio de comunicación indispensable.
Están, eso sí, los medios religiosos, eclesiales. Salvo excepciones, tienen una penetración restringida, tanto por su difusión como sectorialmente. A pesar de la mejor de las voluntades, muchos tienen una imagen blanda, antigua, de sacristía… Otros parecen estar más en el mundo que en la Iglesia. Es difícil encontrar medios como Vida Nueva, profesionalmente bien hechos, abiertos, atractivos para los que creen y para los que pueden creer. Imagen y noticia de toda la Iglesia, de la realidad eclesial. Y, finalmente, están los medios “oficiales”. Conocí el Ya de la Conferencia Episcopal y coincido con quienes opinan que su venta por parte de los obispos, y posterior homicidio periodístico de otros, fue una mala noticia. Decía Herrera Oria que lo sustantivo era que hubiera excelentes periodistas y que, el adjetivo, católico, siempre venía después. Muerto el Ya y ni siquiera intentado el proyecto de poner en marcha o apoyar una televisión de inspiración católica -otro grave error de análisis-, la Iglesia se encerró en sí misma. Con la excepción de la Transición, donde jugó un papel de primer orden, con aciertos y errores, la Iglesia y los medios han tenido una relación casi inexistente. Frente al “no tengáis miedo” evangélico, la Iglesia no se ha sentido a gusto ni en la radio ni en la televisión ni en la prensa. Apenas hay obispos, cardenales o sacerdotes que quieran y sepan estar ante las cámaras, micrófonos o magnetofones para exponer las ideas y la verdad de la Iglesia. Y, sin embargo, se sabe hacer cuando se recurre a excelentes profesionales ajenos, como para la campaña del IRPF. Pero, además del dinero, hay otras cosas que importan.
Un medio católico hoy tendría que ser firme en los principios, moderno en las formas, abierto a la realidad social, participativo, valiente en las ideas. ¡El mundo de Internet y de los jóvenes sigue estando tan lejos de las preocupaciones eclesiales y católicas en general…! Pero también está obligado a ser respetuoso con los derechos de las personas, fiel al mensaje evangélico, comprometido con la libertad. Aunque hay excelentes profesionales y programas, la COPE es más conocida por el periodismo de trinchera de algunas de sus principales estrellas que por la inspiración católica de sus contenidos. ¿Esa es la imagen que queremos dar? La responsabilidad de lo que se dice desde un medio no es sólo de quien lo dice, sino, sobre todo, de quien le contrata, le programa y le mantiene. La Iglesia debe empezar a preocuparse profesionalmente por la comunicación. Con sus medios y con los ajenos. El silencio no es rentable. Pero las trincheras de los soldados, sobre todo si son ajenos, menos aún.