(Pedro Langa Aguilar, O.S.A.- Teólogo y Ecumenista) Parece que la necrología ecuménica se hubiese disparado en 2008: Su Beatitud Christodoulos, el metropolita Timiadis, el profesor Vischer y, últimamente, Chiara Lubich, por sólo citar figuras estelares. No obstante, sólo abordaremos al sucesor de Christodoulos y lo que su elección representa.
El nuevo Arzobispo de Atenas y toda Grecia, Hyerónimos, metropolita de Tebas y Levádeia hasta el 7 de febrero, con los 70 ya cerca, es un eclesiástico moderado, afín a las iniciativas ecuménicas del antecesor. Partía como principal candidato a sucederle, pero, a la vista de los resultados (45 votos de 74 electores), su elección distó mucho de la unanimidad. Deberá, pues, recurrir al talento, que le sobra, ante los desafíos. Lo conocí en 2005 y me pareció de una personalidad arrolladora. Por Tebas se decía que era menos telegénico que Christodoulos, pero más cerebral, profundo y de larga visión. Si el fallecido apoyó a Constantinopla frente al Gobierno turco y al Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Hyerónimos no le andará a la zaga. De ahí el telegrama de Bartolomé I y su alegría por haber sido elegido él.
Pero si hay una Iglesia ortodoxa autocéfala identificada con el país, ésa es Grecia. En Atenas se consideran ortodoxia de la Ortodoxia. Y es sabida su reluctancia al ecumenismo, capítulo en el que Roma tendrá que afinar con el nuevo inquilino si quiere mantener la apertura iniciada por Juan Pablo II y Christodoulos, y reforzada con la visita de éste a Benedicto XVI. Por ahí pudieran entenderse las frases del Papa al nuevo Embajador de Grecia ante la Santa Sede en la presentación de credenciales el 15 de marzo: “Aprovecho para transmitir al nuevo Arzobispo de Atenas y de toda la Grecia, Su Beatitud Hyerónimos, mis sinceros saludos fraternos de paz, junto con la seguridad de mis constantes oraciones por su fecundo ministerio y por su buena salud”. Y la garantía del “estatuto jurídico de la Iglesia católica que, en Grecia, es todavía considerada como una ‘Iglesia extranjera’”. Los católicos allí –hasta hace poco entre 45.000 y 50.000 fieles, o sea, el 0,5% de la población–, con la inmigración rondarán hoy los 350.000.
Entre felicitaciones al neolecto, las autoridades civiles, deslizaron el deseo de que la Iglesia de Grecia se abra a los nuevos tiempos. Apertura o no, lo cierto es que el 17 de marzo, el Santo Sínodo presidido por Hyerónimos se ha pronunciado contra el proyecto de ley sobre el “contrato de unión libre”, promovido para, entre otras cosas, dar un estatuto al 5% de los niños nacidos fuera del matrimonio. “La Iglesia –dice el Sínodo– acepta y bendice la ceremonia del matrimonio según el rito ortodoxo y califica de ‘prostitución’ todo otro lazo conyugal. De modo que la aplicación de una tal legislación […] destruiría los fundamentos de la familia cristiana”.
Otro indicio salió de su discurso de entronización, el 16 de febrero. Contrariamente a la moda, se declaró reacio a grandes declaraciones programáticas, pero las imágenes elegidas cantan solas: “La Iglesia –dijo– no está llamada a ser el abono de las plantas decorativas, sino continuamente un mecanismo espiritual explosivo que haga saltar al mundo y lo transforme”. “El clero –prosiguió– no está para oponer consideraciones partisanas o una ideología contra otra, pues en ese caso dejaría de ser comunidad eclesial para convertirse en partido religioso que habría olvidado el deber de testimoniar no una ideología, sino a Cristo”. De ahí que la Iglesia –precisó– deba “afirmar su palabra no para poner en duda las instituciones […] sino para expresar su ansiedad cuando ella tiene la sensación de que el debilitamiento de los principios y de los valores hipoteca el porvenir del pueblo y desvaloriza lo esencial de su vida”. Pero “no basta –afirmó– con llamaros a volver a la Iglesia. […] Yo, y todos los sacerdotes, debemos ser los primeros en salir a la calle y venir a vuestro encuentro”. Ecuménicamente, sí, llamó a reforzar lazos con el Patriarcado de Cons- tantinopla, “el garante más seguro para la unidad de los ortodoxos”. Sobre Roma, en cambio, sólo tenemos sus positivas declaraciones de metropolita. Toca esperar, sobre todo gestos, porque hasta ahora ninguna de las dos partes ha hecho ni dicho nada de fundamento.