(Alberto Iniesta– Obispo auxiliar emérito de Madrid)
“No hablamos de un hecho viejo, muerto, pasado y olvidado, sino de una realidad llena de vida, que sigue fluyendo hacia el futuro. Prueba de ello, además de cada uno de nuestros números que salen a la calle, es que ya se han escrito y se siguen preparando tesis eruditas que profundizan e iluminan con profundidad toda la historia de esta especie de comunidad”
Vida Nueva ha sido como un espejo de la Iglesia para tres generaciones, especialmente en su aspecto más vivo y palpitante, en su variedad de carismas, opciones, tendencias y… tentaciones. Cuando preparé mi libro Recuerdos de la transición, aparte de las las actas de la CEE, amablemente facilitadas por Eduardo y Josefina, y la documentación de la Jerarquía, íntegramente publicada por Ecclesia, la fuente en la que más bebía fue la colección de Vida Nueva. Aún recuerdo, por ejemplo, los magistrales números dedicados al Concordato, cuando se hablaba de su posible renovación o supresión, opción esta última por la que se inclinaba la mayoría de la Jerarquía, y por la que luchó también el equipo de Vida Nueva, bajo la batuta magistral de Martín Descalzo.
No hablamos de un hecho viejo, muerto, pasado y olvidado, sino de una realidad llena de vida, que sigue fluyendo hacia el futuro. Prueba de ello, además de cada uno de nuestros números que salen a la calle, es que ya se han escrito y se siguen preparando tesis eruditas que profundizan e iluminan con profundidad toda la historia de esta especie de comunidad que formamos en la distancia geográfica de América y de España y en la cercanía espiritual de lo que yo llamo el Internet del Espíritu Santo, la oración de unos por otros que nos hace presentes en tiempo real, gratis, sin virus ni problemas. Yo rezo varias veces cada día por los editores y lectores, los redactores y colaboradores de Vida Nueva.
Cada palabra, cada página podría ser para cada uno de nosotros como un sacramento, un alimento que nos haga crecer como hijos de Dios, como miembros de Cristo, como templos del Espíritu Santo, cuerpo de la Iglesia y miembros los unos de los otros. ¡Qué vida, más que viva! ¡Eterna!
En el nº 2.652 de Vida Nueva (especial 50º aniversario).