(Vida Nueva) ¿Pueden cristianos y musulmanes compartir el uso de la Mezquita de Córdoba, o ni cabe planteárselo? Una pregunta que no tiene fácil respuesta, como se demuestra en la diversidad de opiniones que existe. En los ‘Enfoques’ recogemos la del sacerdote y periodista Antonio Gil y la de Teresa Losada, de la Fundación Bayt-al-Thaqafa.
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El rezo musulmán no tiene sentido en la Catedral cordobesa
(Antonio Gil Moreno– Sacerdote y periodista) La noticia saltó a los medios el Miércoles Santo, cuando un grupo de musulmanes austríacos agredió a los vigilantes de la Catedral de Córdoba, al recordarles éstos la prohibición del rezo musulmán en el recinto. Ese 31 de marzo, varios turistas trataron de rezar bajo el rito musulmán y, presuntamente, intentaron agredir a un vigilante cuando les pidió que depusieran su actitud. Ocho personas han sido imputadas y dos de ellas están en libertad con cargos. Dada la importancia de los hechos, convendrá exponer y reforzar la actitud mantenida por la Iglesia sobre el tema. A modo de síntesis, señalamos como primordiales estos puntos de reflexión.
- En su reciente toma de posesión como obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández afirmó en su homilía: “Permitidme un paréntesis en relación con el lugar que nos acoge. Teniendo presente la historia de este lugar y siempre abiertos al diálogo interreligioso al que nos impulsa el Concilio Vaticano II (Nostra Aetate, 3), quiero reafirmar con claridad que no es posible el uso compartido de la Catedral de Córdoba, porque ni lo consiente la religión musulmana ni cabe en la verdad de la religión cristiana ese uso compartido. Cristianos y musulmanes hemos de colaborar juntos en la paz del mundo y respetarnos mutuamente en la convivencia, tanto en los países de tradición cristiana, como recíprocamente en los países de régimen musulmán, en alguno de los cuales todavía hoy se persigue y se elimina a los cristianos. Que no suceda esto entre nosotros es una exigencia del mandamiento nuevo del amor, que Jesucristo nos ha dado. Pero acceder al tan aireado uso compartido de la Catedral por cristianos y musulmanes no contribuirá a la pacífica convivencia de unos y de otros, y sembraría la confusión propia de un relativismo que no distingue la identidad y la diferencia de cada uno”. Las palabras del obispo en su toma de posesión no pueden ser más claras y diáfanas y, al mismo tiempo, más delicadas.
- Quienes piden que se permita el rezo musulmán en la Catedral cordobesa desconocen que los musulmanes no pueden rezar en un espacio donde se consagran el pan y el vino, pues el Corán lo considera blasfemo, ni donde existen imágenes de Dios, Vírgenes o santos, también prohibidas por su religión. Sería preciso desacralizar y vaciar la Catedral, lo que haría imposible compartirla para los dos credos. Si quienes insisten en tal práctica (musulmanes o no) conocen estas limitaciones, es deducible que la petición es una mera provocación. Por estas mismas razones, los musulmanes jamás permitirían el culto conjunto con los cristianos en las antiguas iglesias, hoy mezquitas, de Turquía, Siria o Egipto.
- Los musulmanes tienen, al menos, dos mezquitas en Córdoba –el morabito de la plaza de Colón y la mezquita de la calleja de la Hoguera–, donde poder orar, por lo que no es preciso recurrir a la Mezquita-Catedral. Cabría pensar si quienes exigen que se permita el rezo musulmán en la Catedral pondrían el mismo celo en defender la libertad religiosa en países islámicos como Arabia Saudita, donde incluso es imposible construir iglesias.
- Cuarto, la experiencia, lamentablemente, parece que nos habla de una creciente ola de integrismo en la religión islámica (no acepta otra religión fuera del Corán, castiga con la muerte la apostasía y es incapaz de discernir lo religioso de lo laico), por lo que pedir o negociar el imposible rezo musulmán en la Catedral significaría una señal de debilidad y una peligrosa iniciativa.
El 9 de abril, el Cabildo catedralicio acordó crear un grupo de trabajo para analizar el incidente del Miércoles Santo y evitar más altercados, con nuevas propuestas de seguridad, formación e información. Recién acabada la Semana Santa, las cofradías han dicho que “pueden ser el baluarte de defensa de la Catedral”, realizando sus estaciones de penitencia. También la Iglesia cordobesa, junto a las medidas de seguridad que se adopten, tiene ante sí la tarea de convencer con sus razonamientos a una sociedad que, quizás ahora, es más sensible a contemplar este tema más desde una óptica laica y cultural que religiosa. Tomarse en serio el incidente supone elevar el termómetro de la autoridad moral para que actitudes y argumentos calen profundamente en el corazón, no sólo de los cordobeses, sino de todas las personas de bien y de buena voluntad.
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El verdadero templo está dentro de cada uno de nosotros
(Teresa Losada Campo, f.m.m.- Fundación Bayt-al-Thaqafa) La Mezquita-Catedral, joya máxima del arte califal español, destila un hondo sentido religioso que sobrecoge a cualquier visitante. Dentro de la formidable arquitectura califal está el templo cristiano en una mezcla de arte gótico, herreriano y barroco. Si algo queda claro a través de los siglos es que, en ese lugar cordobés, cristianos y musulmanes han rivalizado por hacer, no sólo una obra de arte, sino una obra de arte para Dios.
Surge de nuevo el problema sobre el uso compartido de la Catedral-Mezquita, y la religión vuelve a esgrimirse como ariete en disputas que más tienen que ver con el poder y la política que con el verdadero “espíritu de Cordoba”, iniciado en el Primer Congreso de Diálogo Islamo-Cristiano (21 al 26 de marzo de 1977). Las polémicas sólo sirven para retroceder en los pasos avanzados, oscurecer los horizontes abiertos, adueñarse el miedo de los responsables religiosos y calar el desinterés en nuestros pensamientos y en nuestra voluntad de diálogo .
Un espacio religioso puede ser compartido por creyentes de otros credos, pero empecemos por crear acuerdos puntuales y que a este fin se busquen modalidades, como ya se ha hecho repetidas veces, para que los musulmanes puedan rezar en este lugar, hecho que me parece loable y deseable, lejos de toda intención de revancha, de nostalgias estériles o de intenciones políticas o económicas. También Benedicto XVI rezó en la Mezquita Azul de Estambul (Turquía) y Juan Pablo II convocó a líderes religiosos de todo el mundo a rezar en la Basílica de Asís.
La controversia puede quedar superada si empezamos por reconocer y conocer al musulmán que convive entre nosotros, ya que Dios emerge en las personas y acontecimientos, y es ahí donde quiere ser escuchado y servido. Descubrir hoy que los inmigrantes son grito y fuerza de creación histórica nos invitaría a emprender un camino de reciprocidad basado en la certeza de que todos formamos parte de la misma Humanidad, ya que las migraciones están reclamando una nueva residencia mental y cordial.
Empecemos por el diálogo que brota de la experiencia diaria, lugar privilegiado para la solidaridad y que permite estar atento al Espíritu, que hace maravillas en los diferentes sentires y sensibilidades humanas, lugares de encuentro con Dios y de conversión de corazón. Como afirma Pedro Casaldáliga, el camino para la teología del pluralismo cultural y religioso es “Vidacéntrico”, esto es, el proyecto de vida para todos, lo cual no debería sabernos como nuevo a quienes intentamos seguir a Aquél que vino “para que todos tengan vida y vida plena”. La religión es para la vida.
No basta la mera tolerancia, sino la convivencia cálida, la acogida, la complementariedad. El diálogo nunca daña; sin embargo, los imaginarios, las falsas percepciones son aliados del rechazo y de la intolerancia. Todo esto implica liberar los valores religiosos de las injusticias de la historia, una empresa perpetua que hay que aplicar a cada día y a cada acontecimiento.
Hoy más que nunca creemos que cristianos y musulmanes debemos renunciar a pensarnos como fortaleza y apresurarnos a construirnos en apertura, aventurarnos en terrenos desconocidos y atrevernos a pasar de una situación hecha de repliegues y miedos a la urgencia de imaginar y crear otros recorridos. Hay que ensanchar el espacio de nuestra tienda en este cambio de época, pasando de una cultura de confrontación y autoafirmación a otra de diálogo, apertura y cordialidad, que nos permita transitar estos nuevos tiempos con sentido, como creyentes que confían en que “el Espíritu os irá revelando lo que ahora no podéis entender”. ¿Dónde se origina este encuentro? En el corazón de cada uno, dispuesto a emprender un éxodo, una hégira, renunciando a creerse único, superior al otro. ¿No habrá llegado el día y la hora en que empecemos a entender el encuentro como el monje trapense de Tibhirine Christian de Chergé, asesinado en Argelia en 1996? Lo concebía como una actitud interior, una manera de ser, “pues los diques de nuestro corazón han cedido” .
¿Puede ser esto compatible con lo que Jesús nos dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt.6, 33)? Y así lo que pudiera ser ocasión de conflicto para nuestras sensibilidades religiosas, se convertiría en ocasión de encuentro y colaboración. Y el espacio compartido para rezar en la Mezquita-Catedral vendrá por sí mismo, si tiene que venir; y si esto no pudiera suceder, el mundo avanzaría de todas formas en proximidad, humanidad y justicia. Porque el verdadero templo está dentro de cada uno de nosotros.
En el nº 2.703 de Vida Nueva.