EDITORIAL VIDA NUEVA | El Encuentro de Oración por la Paz y la Justicia, celebrado en Asís el pasado 27 de octubre, ha venido a poner de relieve una idea eje en el pontificado de Joseph Ratzinger: la importancia de las religiones en el escenario de los pueblos y su contribución a la paz en momentos de violencia.
Benedicto XVI ha convocado a unos trescientos representantes de las religiones de todo el planeta, desde las más antiguas a las más modernas, sin olvidar el mundo de los agnósticos. Y lo ha hecho en el 25º aniversario del encuentro que su predecesor, Juan Pablo II, realizara, con no pocos problemas en la misma Curia vaticana, en el mismo lugar, dando así forma al llamado “Espíritu de Asís”. De esta manera, este encuentro ha venido a ser una profundización de aquel, y la respuesta ha sido satisfactoria. Varios aspectos han destacado singularmente en un acto que ha despertado grandes esperanzas.
Las religiones tienen un mensaje de esperanza
que puede ayudar a salir del laberinto
en el que el cientifismo sin alma lo ha metido.
Y, cada una, desde su verdad y apertura.
Por un lado, ha quedado de manifiesto el esfuerzo de las religiones para el desarrollo de los pueblos y su empeño en buscar caminos conjuntos para la tarea de devolver el alma a un mundo excesivamente monopolizado por un positivismo excluyente. Las religiones tienen un mensaje de esperanza que puede ayudar a salir del laberinto en el que el cientifismo sin alma lo ha metido. Y, cada una, desde su verdad y apertura.
En segundo lugar, el encuentro ha puesto de manifiesto los nuevos rostros del terrorismo a escala mundial. Las religiones llegan a disolverse cuando fundamentan actuaciones terroristas en una espiral de odio y violencia. El Papa comenzó pidiendo perdón por las veces que los cristianos, a lo largo de la historia, no han sido precisamente ejemplo de tolerancia, y demandó que la religión no sea utilizada para fundamentar sistemas terroristas.
Un paso más fue el destacar el poder del dinero y el capitalismo salvaje como una nueva forma de terrorismo. En la actual crisis económica no dejan de ser importantes estas aseveraciones. Un avance significativo para atacar todo lo que de violencia haya en el mundo, se presente con el rostro que se presente.
En tercer lugar, el acto de Asís ha alejado los miedos de un sincretismo en el terreno de las verdades o dogmas. No se ha planteado tal cosa. Ha sido la oración el nexo que ha unido a los representantes de las religiones. El miedo al sincretismo ha llegado por grupos extremistas que, dentro de la Iglesia, ven en el acto una traición a la Verdad revelada. No son tiempos para estas posturas en una Iglesia que ha de abrirse al mundo, siendo ante él, sacramento universal de salvación.
Y queda ahora el futuro de este “Espíritu de Asís” y su aplicación en los rincones de la Iglesia. Iniciativas así debieran repetirse en países europeos donde cada vez es mayor la presencia de ciudadanos que profesan otras religiones. Estos encuentros, propiciados desde las conferencias episcopales, llenarían importantes lagunas en el diálogo interreligioso, al que se sigue teniendo un miedo injustificado. Hace falta una nueva generación de responsables eclesiales que, revestidos del espíritu del Vaticano II, y siguiendo el rico magisterio pontificio, se pongan a trabajar en este campo, sin miedo, con audacia, fidelidad y apertura de mente.
En el nº 2.775 de Vida Nueva (del 5 al 11 de noviembre de 2011).
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