35.000 milagros

(Alberto Iniesta-Obispo auxiliar emérito de Madrid) ¡Qué grande es el mundo y qué grande es la Iglesia! Tanto que no podemos abarcarlos de una vez, sino que tenemos que irlos descubriendo y admirando por partes.

Hace poco, por ejemplo, se han reunido en Roma unos 35.000 cristianos, en dos grupos de diferentes vocaciones y carismas pero con la misma idea y el mismo ideal, Jesucristo, su Iglesia y su Evangelio. Hablo de los jesuitas y de los salesianos, que en fechas cercanas han celebrado sus capítulos generales durante varias semanas para revisar y mejorar su devoción al Señor y su servicio al mundo.

Por ahí los tenéis, formando obreros y universitarios, cuidando leprosos o atendiendo ancianos, especialmente entre los más pobres, marginados, sin techo y sin derechos, los niños de la guerra o las niñas de la esclavitud y la prostitución, siendo voz de los sin voz y defensa de los más oprimidos, etc.

Y cada uno de ellos es un puro milagro de la naturaleza y de la gracia. En algún instante, único en la historia del cosmos, comenzó a existir su cuerpo como un sutil encaje tejido por los ángeles, comenzó a vivir y crecer en su cuerpo, sus sentimientos y conocimientos hasta ahora mismo, donde esté. Pero con un añadido, un chip especial que lo abarca y lo abraza todo, la gracia del Padre que lo convierte en Cristo por la leche del Espíritu, la nodriza de Dios, que lo sigue amamantando. Cada uno sabrá cómo se formó su vocación concreta a la vida consagrada: dudas, vacilaciones, luces, certezas, gozos y experiencias… ¡Qué hermosa historia, que nos maravillará en el Reino, cuando tengamos tiempo y descaro para contarlo todo, lo indigno y lo sublime, lo grande y lo pequeño.

Y esos 35.000 cristianos constituyen una ínfima galaxia en el mundo y en la Iglesia. ¡Qué grande es el mundo y qué grande es la Iglesia! ¡Y qué grande es Dios, que los creó, los crió y los conserva!

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