(José María Avendaño Perea– Vicario General de la diócesis de Getafe)
“La vida humana es sagrada, y un don de Dios desde su concepción hasta el final de su vida en la tierra. La defensa de la vida y su promoción no es prerrogativa única de los cristianos, ya que cualquier persona lo puede comprender a la luz de la razón”
En Haití, uno de los países más pobres del planeta, tras los ciclones ‘Gustav’ y ‘Hanna’, se habla de más de 500 muertos y 650.000 afectados. Miles de personas están sin agua potable ni alimentos.
En España, se está preparando “una reforma de la legislación sobre el aborto”; al mismo tiempo, se quiere “regular el suicidio asistido”… Dios quiere que cuantas medidas se adopten sean respuestas dirigidas a salvar la vida del ser humano.
“Un cayuco con trece inmigrantes muertos y varios heridos llegó ayer a las costas de Gran Canaria tras ser interceptado por la Guardia Civil, que más tarde recuperó otro cadáver flotando a la deriva… En su interior viajaban, huyendo del hambre y la miseria, 55 personas”. Doce días a la deriva. Desorientados, temblando de frío y miedo.
Continúan los atentados terroristas (ayer 30 muertos en Pakistán), prosiguen los enfrentamientos violentos en bastantes países, se llevan a cabo ejecuciones por aplicación de la pena de muerte… viven en la indigencia un inmenso ejército de pobres.
Estos datos, amigo lector, interpelan nuestra conciencia, y no hemos de acostumbrarnos. Creemos en Dios, Amigo de la vida, que nos ha creado a su imagen y semejanza, y envió a su Hijo, Jesucristo, al mundo, para que todos “tengamos vida, y vida abundante” (Jn 10, 10).
La vida humana es sagrada, y un don de Dios desde su concepción hasta el final de su vida en la tierra. La defensa de la vida y su promoción no es prerrogativa única de los cristianos, ya que cualquier persona lo puede comprender a la luz de la razón.
Trabajar a favor de la vida es contribuir a la renovación de la sociedad mediante la edificación del bien común, la solidaridad, los derechos humanos, la justicia y la paz.