CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
Queremos oír la voz de los jóvenes. Y Vida Nueva se presenta, con encuesta en la mano, ante un buen número de ellos queriendo conocer su opinión a una serie de cuestiones (Vida Nueva, número 2.952). La respuestas son sinceras y mayoritariamente positivas, aunque en algunas de ellas se perciba cierto pesimismo.
Me han llamado particularmente la atención algunas de las ideas que los jóvenes tienen acerca de Dios. Lo definen por los sentimientos que puede provocar de confianza en Aquel que puede echar una mano en los momentos difíciles y ofrecer el camino para ser felices… Dios es Dios, eterno, inmutable, misericordioso, justo… Lo más íntimo de mi intimidad y la más exterior de mi existencia, según el pensamiento agustiniano.
Se quiere el encuentro, la experiencia de Dios. Dicen estar buscando, sin darse cuenta de que no lo buscarían si Dios no les hubiera puesto en el corazón este buen deseo. La cuestión es el dejarse encontrar. Es Dios el que te busca y ofrece el encuentro.
Aseguran que los jóvenes se alejan de la Iglesia. Tengo mis dudas. No se marchan de una casa en la que han vivido consciente y responsablemente en ella. Se bautizaron, recibieron la Primera Comunión y hasta la confirmación. Pero dejaba bastante que desear el grado de participación en la Eucaristía, en el conocimiento de la Palabra de Dios, en la oración, en la práctica sacramental de la reconciliación, en las acciones caritativas y evangelizadoras.
Estimo que este es uno de los puntos esenciales de la acción pastoral de la Iglesia. Hacemos muchos planes. Y diversas clases de ellos hay. Algunos, en los que resulta muy difícil encontrar explícitamente la referencia a la acción del Espíritu Santo. Trabajamos mucho en organizarnos. Y de tanto afilar el hacha, como se dice, nos hemos quedado sin leña para cortar. ¿Los jóvenes se alejan de la Iglesia o les hemos echado? De todo puede haber, y todo será motivo para la reflexión y la autocrítica.
A la hora de pedir a la Iglesia, los jóvenes no se quedan cortos. Muchas de sus demandas son justas y pertinentes. Otras demuestran que no conocen muy bien ni lo que es la Iglesia ni lo que hace. Ni es un grupo de personas encantadoras, ni una ONG de eficaces soluciones técnicas para resolver los problemas que tienen las gentes. Es la familia de los llamados en Cristo, de los que quieren vivir fieles al Evangelio, de los que se reúnen para orar y celebrar la Eucaristía, de los que tienen como primer mandamiento la ley del amor al prójimo.
Los jóvenes cristianos están con la Iglesia y la Iglesia con los jóvenes. No puede ser de otra manera. Somos todos miembros del mismo cuerpo, que es Cristo. Mucho queremos pedir a la Iglesia y mucho más es lo que tenemos que ofrecer para que la Iglesia pueda cumplir su misión en el mundo, que no es otra que la de llevar el Evangelio como levadura que fecunde la misma vida de la humanidad. Y hacerlo a su manera, a la de Cristo.
En el nº 2.956 de Vida Nueva