(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)
“El papa Ratzinger ha confesado su “profunda emoción africana”. No lo sé, pero probablemente es conocedor de la definición de la identidad africana que dejó escrita Leopoldo Sedar Senghor (…) ‘La razón fue cosa de los griegos. Lo nuestro es la emoción'”
Por unos días y merced al viaje de Benedicto XVI, la Africa vastísima y paupérrima cobró un efímero relieve en las pantallas y hogares de todo el mundo. Ahora que ya se han difuminado los perfiles del encuentro papal con el continente negro, éste ha vuelto a la lejanía de siempre. Ahí está el continente del hambre, de las enfermedades endémicas y de la marginación global. Con ellos, los misioneros, los cooperantes y los voluntarios.
También es verdad que Benedicto XVI ha puesto, en su periplo africano, sus cinco sentidos para comprender, consolar y estimular la fe y la dignidad humana de los creyentes e increyentes con quienes se ha relacionado en tan breves jornadas. Por otra parte, en sus homilías y discursos, y en sus comentarios posteriores al viaje, ha reconocido la coralidad y la cordialidad de los sentimientos con que ha sido saludado y recibido. Esos recibimientos en son de danzas y esas eucaristías dilatadas y gozosas y, sobre todo, ese vigor de la fe cristiana que se vive hoy en África. Una primavera que contrasta tanto con la tibieza y decrepitud de tantas comunidades cristianas del primer mundo.
El papa Ratzinger ha confesado su “profunda emoción africana”. No lo sé, pero probablemente es conocedor de la definición de la identidad africana que dejó escrita Leopoldo Sedar Senghor, aquel africano universal, buen político y mejor poeta que fue presidente de su país, Senegal. Sedar Senghor dijo que: “La razón fue cosa de los griegos. Lo nuestro es la emoción”. Esa conmoción religiosa experimentada por Benedicto XVI en Camerún y Angola, ¿no tendrá algo que ver con la emoción que, según Sedar Senghor, viene a ser el alma de África?
En el nº 2.657 de Vida Nueva.