CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
Rey de Francia y celestial patrono de los seglares franciscanos. Y no tanto por su alta categoría real, sino por la ejemplaridad de una vida conforme al espíritu del Santo Evangelio. Pues ya lo dijera Calderón de la Barca, que en este teatro del mundo lo importante no es hacer de rey o de mendigo, sino interpretar correctamente el papel asignado.
Como se cumplen ahora los ochocientos años de su nacimiento, se ha querido hacer memoria particular de este cristiano seglar, que, llamado a desempeñar las más altas responsabilidades públicas, se mantuvo siempre fiel a sus convencimientos cristianos. Es que tuvo muy buena catequista para los años de su iniciación cristiana, como lo fuera su misma madre, Blanca de Castilla.
Cada época tiene su afán y sus maneras de pensar y las acciones que se habían de emprender. Ni se puede pensar en el ayer con nuestras categorías actuales, ni hay que despreciar la conducta ejemplar, en este caso de san Luis, rey de Francia, sometiéndola a un juicio implacable desde nuestros códigos hodiernos. Lo de los tiempos y los derechos, que decían los antiguos.
Pilares fundamentales de la vida de san Luis eran cuantos se referían al honor de Dios, el seguimiento fiel a Jesucristo, el amor a la Iglesia, el cumplimiento de sus obligaciones públicas, el cuidado de la paz y la atención a los más desvalidos. Buen código de conducta es este y, ciertamente, que el tiempo no solamente no lo ha envejecido, sino que resalta su actualidad y vigencia.
La razón principal por la que san Luis fuera elegido como patrono de la Orden Franciscana Seglar, era la coherencia entre la fe y la vida. Tan cristiano había de ser en el ejercicio responsable que correspondía al más alto dignatario, como en el servicio y amparo de los más desvalidos y menesterosos.
Tema de mucha actualidad es este, y que ha sido subrayado por los últimos papas como una responsabilidad del cristiano en la vida pública. Una obra de gran caridad es la del compromiso político. Del servicio al bien común, del trabajo por conseguir el reconocimiento de la justicia y el derecho que a cada cual le corresponde. No puede uno ser buen cristiano si no cumple sus obligaciones de ciudadanía, como enseñaba san Juan Bosco.
Los hombres y mujeres que quieren seguir a Cristo en el espíritu de san Francisco de Asís, la Orden Franciscana Seglar, no saben de nostalgia del pasado ni de temores futuros, pero quieren recoger las mejores lecciones que la historia de la espiritualidad franciscana les ofrece. Este camino les ayudará a santificar su vida y a fortalecer esa imprescindible actitud de coherencia entre la fidelidad a Dios y la práctica del mandamiento nuevo que aprendieron de los labios del mismo Jesucristo.
En el nº 2.938 de Vida Nueva