(Jorge Juan Fernández Sangrador– Profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca y director de la BAC)
“El de Madrid tiene sólo 375 años. Plantado en 1633 para embellecer el jardín de Felipe IV, es, por la forma de sus múltiples ramificaciones, un candelabro que da sombra, pues sus brazos son largos y verticales. A sus pies hay unos bancos en los que puede uno sentarse a leer con tranquilidad”
Ha florecido, en estos días de otoño avanzado, el ahuehuete del parque del Retiro, en Madrid. Es, que se sepa, el árbol más viejo de la capital de España, aunque no alcanza la vetustez del de Oaxaca, que es dos veces milenario. En México precisamente, y con sagrada veneración, se conservan los ejemplares más famosos del planeta, entre ellos aquel bajo cuyas ramas, tras ser masacradas sus huestes, lloró Hernán Cortés en la denominada “Noche Triste”.
Los científicos han bautizado esta especie de árboles con el nombre de taxodium mucronatum, por el parecido que muestran sus hojas con las del tejo y por las proyecciones cortas y agudas que posee el cono productor de semillas, pero el término ahuehuete, que en lengua náhuatl significa “viejo del agua” (ahuehuetl), es el de uso general.
El de Madrid tiene sólo 375 años. Plantado en 1633 para embellecer el jardín de Felipe IV, es, por la forma de sus múltiples ramificaciones, un candelabro que da sombra, pues sus brazos son largos y verticales. A sus pies hay unos bancos en los que puede uno sentarse a leer con tranquilidad, en particular el estudio que Gregorio Marañón escribió sobre el Conde Duque de Olivares, quien tanto tuvo que ver en la construcción del conjunto palaciego en el que habrían de residir los últimos austrias y los primeros borbones, y del que ya sólo quedan el edificio del Museo del Ejército, el Casón del Buen Retiro, el parque y un cortesano: el ahuehuete.
En la Guerra de la Independencia, las tropas francesas instalaron una pieza de artillería en su horcadura; por eso logró sobrevivir, a diferencia del resto del arbolado. Y aunque queden ya lejos los fastos conmemorativos de mayo de 1808, esta página de Vida Nueva se complace en evocar al olvidado “viejo del agua” del Retiro, único testigo vivo del Siglo de Oro español.
En el nº 2.638 de Vida Nueva.