CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
El papa Francisco se congratulaba de los acuerdos a los que se había llegado en la cumbre sobre el cambio climático, celebrada recientemente en París con la participación de los grandes representantes de los Estados. Acuerdo jurídicamente vinculante para todos, aunque no en su totalidad.
Un tema especialmente querido y preocupante para el Papa que, desde las primeras palabras desde el balcón central de San Pedro del Vaticano, hasta su último e importante discurso en Nairobi (26-11-2015), ha sido una constante en su magisterio. Hay que cuidar la casa común, administrar responsablemente los recursos que se han recibido, cooperar críticamente con los organismos internacionales para que asuman sus responsabilidades en este tema. No cabe otra alternativa: cuidar entre todos la creación o destruirla.
“El cambio climático es un problema global con grandes dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad, cuya respuesta debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. De aquel abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, va acompañado por un imparable proceso de exclusión” (ib).
En la mente y las expresiones del Papa, no puede caber duda de que todo aquello que afecta al medio ambiente, aparte de las responsabilidades que puedan tener los grandes colectivos, pero también para las pequeñas acciones individuales, ha de considerarse como una obra de misericordia.
Los intereses del Santo Padre sobre el medio ambiente, no son los de un ecologismo sin alma, sino el de ser buenos cuidadores de los bienes que Dios ha puesto en las manos de los hombres. Una ecología con dimensiones trascendentes. Una vinculación del hombre con el mundo que está dentro de una profunda relación del hombre con su Creador. Sería una lamentable equivocación el pensar que los avances científicos y técnicos distanciaron al hombre de Dios, pensando que ya no necesitan acudir a Él. Muy al contrario, la investigación ayuda a conocer la verdad, a descubrir los misterios del universo. Entre ellos, los del medio ambiente, la protección de la naturaleza y el cambio climático.
Una cosa es que la naturaleza entera sea un maravilloso instrumento puesto en las manos del hombre, y otra que lo utilice con finalidades injustas e insolidarias.
En el nº 2.973 de Vida Nueva