PABLO d’ORS | Sacerdote y escritor
“Desde este espíritu de diálogo, en el que yo fui formado en el seminario, se convocó el Concilio Vaticano II. Tras algunos años de barbecho, el papa Francisco ha vuelto a colocarnos en esa vía…”.
Me gusta la cara de este Papa, parece una buena persona. Me gusta que, cuando salió al balcón a saludar, se quedara como un pasmarote, sin levantar las manos. Me gusta que pidiera la bendición del pueblo antes de bendecirlo él. Me gusta que insista en llamarse el obispo de Roma, no el papa. Me gusta que no vaya en papamóvil, sino en autobús, con los demás cardenales. Me gusta que vista solo de blanco, sin colorines ni adornos.
Me gusta que haya escogido el nombre de Francisco, porque eso significa que prepara una reforma. Me gusta que sea jesuita, pero sobre todo que no sea de Comunión y Liberación, porque los de Comunión y Liberación ya tuvieron su ración de entusiasmo cuando fue elegido Ratzinger. Me gusta que sea argentino, porque los argentinos me caen muy bien.
Me gusta que sea latinoamericano, porque la experiencia de la Iglesia latinoamericana es la más significativa de cuantas conozco. Me gusta que hable sin papeles, porque sin papeles siempre se comunica más y porque si a los 76 no se dejan de lado los papeles, no sé cuándo se van a dejar. Me gusta que este Papa recuerde físicamente un poco a Juan XXIII.
Lo único que no me gusta de este Papa es que, según dicen, allá en la dictadura, no apoyó a su compañero Franz Jalics, un jesuita húngaro a quien respeto y admiro.
Todos los cristianos, laicos y sacerdotes, obispos y papas, religiosos y monjes, entienden el papel de la Iglesia en el mundo desde la clave de la alternativa o desde la del diálogo. Es así de sencillo: unos piensan que el mundo es malo y que el mensaje de la Iglesia es la alternativa; y otros que el mundo es bueno, aunque tenga cosas malas, con lo que se impone el diálogo.
Desde este espíritu de diálogo, en el que yo fui formado en el seminario, se convocó el Concilio Vaticano II. Tras algunos años de barbecho, el papa Francisco ha vuelto a colocarnos en esa vía. Y eso es lo que más me gusta de todo.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.