ANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica
“Siempre ha sido fácil reconocer la figura del autor; la de editor, en cambio, no está tan clara…”.
Me pregunto si el verbo “publicar” mantiene aún su significado más fuerte, pues parece que hoy lo único que de verdad se publican son indiscreciones. De hecho, parece que publicar signifique hacer público lo que debería permanecer privado.
En un congreso sobre la credibilidad de la información y el servicio público, me pregunté el sentido que tiene hoy hablar precisamente de servicio público. No me refiero a un nivel técnico o legal, sino de sentido común. En aquella reflexión decía que el concepto de público está cambiando semánticamente hacia el de popular. Es público lo que es de todos y está abierto a la participación de todos. El periodismo ciudadano, por ejemplo, parece para muchos la fórmula más apropiada de periodismo público por su participación.
Pero me pregunto qué significa publicar en el sentido de editar un diario o un libro. Hoy la operación genérica de publicar tiene dos facetas. La primera es la de crear un contenido en el que se reconoce la figura del autor. La segunda, cuidar la condivisión del contenido, en la que se reconoce la figura del editor. Siempre ha sido fácil reconocer la figura del autor; la de editor, en cambio, no está tan clara, especialmente en esta época en la que los contenidos pueden compartirse. Hoy la Red permite a quien lo desea convertirse en un editor de contenidos, publicando los contenidos de su interés, compartiéndolos de manera ordenada y organizada.
Se están desarrollando medios similares a los tradicionales como el Huffington Post, que agrega contenidos provenientes del periodismo no convencional. Comienzan, además, a tener visibilidad diarios en Internet pensados como content curation service, en los que el director se convierte en editor de contenidos elegidos según algunos criterios, que generalmente son dos: por temas o credibilidad del autor.
Se trata de personas que desarrollan una capacidad específica para encontrar contenidos interesantes y válidos y para publicarlos con forma de periódico. Esta lógica supera a la de los motores de búsqueda, porque no es automática ni guiada por algoritmos, sino por un ojo humano vigilante. Obviamente, el contenido puede aparecer dentro de diversas publicaciones y conduce al lector al lugar originario de publicación. Todo el sistema genera, por tanto, un flujo de visitas al contenido elegido.
La reflexión sobre estos temas está en fase de desarrollo, pero, en cualquier caso, el concepto clásico de publicar esta sufriendo una transformación radical.
En el nº 2.900 de Vida Nueva