Hno. JOSÉ PANIEGO RIVERO, S.G., correo electrónico | La Iglesia, en sus más de veinte siglos de existencia, siempre se ha servido, en su acción evangelizadora, de los diversos medios de comunicación. Primero, de la palabra oral. En el año 764, esta se vio reforzada con documentos escritos. Mucho más tarde, ya llegarían la radiodifusión y la televisión. Así hasta llegar a nuestros días, con las redes de Internet en sus diferentes variantes.
Con frecuencia, hoy en día es muy usual ver a muchas personas que están mirando la pantalla de su teléfono móvil, su iPad u otros instrumentos modernos. Esto debería hacer pensar a la Iglesia que estos medios de comunicación deben emplearse de un modo preferente también para comunicar el don de la fe a nuestros conciudadanos.
Para ello se precisa una actualización de parte de sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares que trabajen en los diferentes campos del apostolado eclesial. La concentración generalizada en estos medios hemos de verla como un signo de nuestros tiempos. Y es que la Iglesia no puede desaprovechar este inmenso potencial en el ejercicio de su acción evangelizadora.
En el nº 2.856 de Vida Nueva
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