Así cantan los obispos andaluces de ahora

Así cantan los obispos andaluces de ahora

Obispos Andaluces

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Ahora empieza todo en Andalucía. Lo dicen los oráculos. Nunc coepit haec mutatio dexterae in excelsis. Así reza el salmo 77. Ahora es cuando comienza todo. Ahora se van a enterar de lo que vale un peine las diócesis andaluzas, tan sincretistas, tan ideologizadas y tan untadas de progresismo. Ahora, por fin, se ha logrado cuadrar el círculo.

Así se expresaba no hace mucho un prócer de la prensa católica madrileña, bien metido en los vericuetos del poder eclesiástico. Se refería a la geografía episcopal de Andalucía con motivo del reciente nombramiento del obispo de Cádiz y Ceuta. Con este nombramiento quedaba completado el mapa, según el corazón de Ratzinger: obispos listos y fieles; jóvenes y con cabezas amuebladas, alejados de tentaciones sincretistas. Así lo dijo y se quedó tan tranquilo; negro sobre blanco en líneas digitales.

Me imagino la cara que habrá puesto el cardenal Carlos Amigo, tras diecisiete años en la sede hispalense. Qué pensará el cardenal Antonio Cañizares recordando sus años en la sede granadina. Qué pensará Antonio Dorado, a quien la Iglesia le debe tanto en las lides del derecho a la educación; un manchego hecho andaluz después de pasar por Guadix, Cádiz y Málaga, y asentado definitivamente en esa diócesis. También se habrá quedado perplejo Fernando Sebastián, a quien mandaron a Navarra tras su paso andaluz, pero que ha vuelto junto al mar.

El castrense Juan del Río, andaluz por los cuatro costados, se habrá sonreído, pues conoce al personaje, y el arzobispo de Mérida-Badajoz, García Aracil, habrá soltado un chiquet sonriente. Algunos otros obispos se levantarán de sus tumbas extrañados: Infantes, Méndez, Peinado, Bellido o Moralejo, que tanto hicieron por aquella tierra desde el sentido común. Me imagino la sonrisa de Antonio Montero y el leve rictus de Buxarrais desde su retiro melillense. Incluso Ceballos, preparando maletas, último de Filipinas.

Es verdad que el mapa episcopal cambia. Es el misterio de la sucesión apostólica. Lo que no es normal es decir que la geografía episcopal actual es la mejor de todas, la adecuada, la que se esperaba, la definitiva, la non plus ultra. Lo grave es que lo que escribe este colega lo piensa un número determinado de obispos, buceadores de la restauración católica.

Nada tengo contra los prelados actuales que sirven a las Iglesias locales andaluzas. Son buena gente y tienen la mejor de las intenciones, a pesar de los momentos difíciles. Me pregunto, parafraseando a Alberti: qué cantan los obispos andaluces de ahora; qué piensan los obispos andaluces de ahora y qué sienten los obispos andaluces de ahora. Espero que no canten solos, alejados de su clero y de sus laicos; que no piensen solos, transmitiendo monólogos;  que no sientan solos, sino entrañados con su gente, cálida y entregada.

Espero que estos obispos, a los que mi colega considera los mejores, sean poetas de la verdad de Dios y del Evangelio. Yo siento que los de ahora y los de antes, todos y cada uno, han servido a la Iglesia, unos como doctores, otros como maestros, otros como pastores y todos como hermanos que han ayudado a sus hermanos. Hacer obispos de un solo perfil no ayuda a la comunión, sino solo a la estrategia eclesiástica más que eclesial. Es la esperanza de la tierra.

En el nº 2.768 de Vida Nueva

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