Bautismo y consagración

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Aunque éramos generalmente bebés recién nacidos e inconscientes, ahora podemos asumir personalmente nuestra consagración a Cristo en la Vigilia Pascual, con la renovación de las promesas del bautismo, o ciertos carismas y vocaciones -ministerio pastoral, vida monástica o religiosa, etc.-, o en circunstancias especiales, como en ésta del Cerro de los Ángeles”

Ya en el AT, parece que Dios se pasa, en el amor a su criatura predilecta, el hombre, varón y mujer. De entrada, le concede el privilegio, único en la naturaleza, de ser imagen y semejanza suya. Además, aunque también le amenaza y castiga por su propio bien, muchas veces se compara con un pastor que guarda su rebaño, con un esposo que está celoso de su esposa, o con un padre que cuida de sus hijos con entrañas de madre.

Pero en el NT se desborda su amor, naciendo, viviendo y muriendo por nosotros. Me amó y se entregó por mí, como dice san Pablo. Dios con corazón de hombre. Siempre ha sido el corazón símbolo del amor. Cuando escribo estas líneas, se ha celebrado, en el Cerro de los Ángeles, epicentro geográfico de la Península, la consagración de España al Corazón de Jesús, en conmemoración de la que se celebró hace noventa años, en la inauguración del monumento.

La consagración primera y radical del cristiano es la del bautismo. Aunque éramos generalmente bebés recién nacidos e inconscientes, ahora podemos asumir personalmente nuestra consagración a Cristo en la Vigilia Pascual, con la renovación de las promesas del bautismo, o ciertos carismas y vocaciones -ministerio pastoral, vida monástica o religiosa, etc.-, o en circunstancias especiales, como en ésta del Cerro de los Ángeles, tan emotiva y expresiva, a la que acabo de asistir por la televisión. 

En cuanto a la consagración de España, no teman los hermanos ateos, agnósticos, indiferentes o miembros de otras religiones que pretendamos meterles llevando un cirio en nuestras filas, así, sin más ni más. Si acaso, encierra en el fondo el deseo de que ojalá todos recibieran la gracia inmensa de conocer a Cristo, crucificado y resucitado, la máxima y suprema revelación de Dios al hombre. Pero mientras eso no ocurra, sabemos respetar las estructuras de la sociedad secular, pluricultural, pluricultual y plurirreligiosa.

ainiesta@vidanueva.es 

En el nº 2.666 de Vida Nueva.

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