Bimilenio paulino (I)

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid) 

“San Pablo no conoció probablemente al Señor durante su vida terrena (…) Su primera experiencia la tuvo con el Resucitado, en toda su gloria. Y, sin embargo, insiste con frecuencia en que él no quería saber nada más que a Cristo, y Cristo crucificado”

En este caso, mirando al pasado, sí que podemos hablar realmente de milenios, de dos mil años llenos de esta figura extraordinaria de la historia de la Iglesia y del mundo, Pablo de Tarso, cuyas obras han sido leídas, meditadas, proclamadas y vividas por toda la Tierra. Es el Apóstol mejor conocido, por fuera y por dentro, a través del libro de los Hechos y por sus cartas, donde vuelca todas sus experiencias pastorales y sus vivencias espirituales, porque fue a la vez hombre de una actividad desbordante y una vida contemplativa y mística realmente extraordinaria. Cuando Pablo escribe desde Corinto su primera carta a los discípulos de Tesalónica, está inaugurando sin saberlo el Nuevo Testamento, del que todavía no se había escrito nada, por lo que no podía apoyarse en ninguna otra obra cristiana como referencia histórica o doctrinal. San Pablo no conoció probablemente al Señor durante su vida terrena, y, por lo mismo, no pudo verle crucificado. Su primera experiencia la tuvo con el Resucitado, en toda su gloria. Y, sin embargo, insiste con frecuencia en que él no quería saber nada más que a Cristo, y Cristo crucificado, que manifiesta la debilidad del hombre y, al mismo tiempo, la fuerza de Dios, principio clave en su cristología, y que bien podría -¿o debería?- ser la piedra de toque de nuestra evangelización, la fuerza de la cruz, sin apologías, teodiceas o teologías naturales, como él mismo experimentó en su fracasado discurso en el Areópago, ante los siete sabios de Grecia, y el triunfo posterior de la locura de la Cruz entre la gente miserable del puerto de Corinto. La última piedra de toque de los cristianos ante el mundo no parece que sea por sí misma la existencia de Dios, que admiten otros muchos, aunque también nos sirva de base de diálogo, sino en que anunciamos un Dios que se ha manifestado como salvación en Cristo, y en Cristo crucificado, escándalo para unos y locura para otros. Y Pablo cargó con esa cruz… (continuará)

En el nº 2.632 de Vida Nueva.

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