(Alberto Iniesta– Obispo auxiliar emérito de Madrid)
“Aquí está la raíz del diálogo de la Iglesia con los hombres de todas las religiones, y aun de los que no tienen ninguna, dialogando con esperanza y con paciencia con todos los hombres, a los que reconoce como hermanos”
La escena de la pesca milagrosa es para la Iglesia un paradigma desde hace dos mil años. Desde entonces, en todo el mundo se repite el milagro de que alguien se encuentre con Cristo por el testimonio de la Iglesia; unas veces, son personas conocidas, como Agustín de Hipona o Edith Stein, pero la inmensa mayoría se trata de cristianos anónimos de todas las razas, pueblos y culturas.
De todos modos, la pesca fue asombrosa por el número extraordinario de peces, pero, aun así, no eran todos los del lago.
Como dice san Pablo, Dios quiere que todos los hombres se salven, por la muerte de Cristo. Aunque no todos por medio de la Iglesia visible, que es la heredad especial de Dios, sí por su mediación y universal intercesión. Los cristianos tenemos el privilegio y la alegría de pertenecer a ella, pero el resto de los hombres está también bajo la providencia del que los creó a su imagen y semejanza y los redimió en Jesús, como cabeza de la humanidad.
Es cierto que en toda la Biblia y en la Tradición de la Iglesia existe también la advertencia de un posible castigo. Pero las palabras de Cristo en la cruz –Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen–, dan un giro copernicano a la historia de la salvación, confiando en la misericordia de Dios.
Como dice el comienzo de la oración de la semana 36 del año litúrgico: ¡Oh, Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia…! Si el hombre puede perder a Dios, Dios no quiere perder al hombre.
Aquí está la raíz del diálogo de la Iglesia con los hombres de todas las religiones, y aun de los que no tienen ninguna, dialogando con esperanza y con paciencia con todos los hombres, a los que reconoce como hermanos.
Al mismo tiempo, el mandato de Cristo nos urge al anuncio universal de su Iglesia como el mejor camino para encontrar a Dios. Anunciad el Evangelio en toda la creación…
En el nº 2.741 de Vida Nueva.