Capelo abulense

Juan María Laboa, sacerdote e historiadorJUAN MARÍA LABOA | Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas

¿Por qué el papa Francisco ha creado cardenal a Ricardo Blázquez, un candidato no impensable pero no esperado? ¿Por su activa y amigable colaboración en la revista Communio? ¿Por su prólogo al libro Meditación sobre la Iglesia, de Henri de Lubac?; ¿por su pertinaz paciencia demostrada como obispo auxiliar o como vicepresidente en la Conferencia Episcopal Española (CEE)?

¿Por su arrojo tranquilo en Bilbao? ¿Por su labor de bolillos con los Legionarios? ¿Por su valentía al prestarse a ser presidente de la CEE por primera vez ante el asombro fanfurriñado de su predecesor? ¿Por ser neocatecumenal sin parecerlo?

“Un tal Blázquez”, en expresión jesuítica de Xabier Arzalluz, se ha presentado siempre como un sacerdote de pueblo que terminaba ganando la confianza de quienes no acababan de verlo. Olegario le aceptó en Salamanca; Suquía, que no era conciliar, puso en sus manos la cátedra del Vaticano II de San Dámaso; Rouco, con carácter poco parecido, asumió que fuera su auxiliar; los de Bilbao terminaron por poner la txapela en sus manos y los de Valladolid no terminan de creerlo. Sin embargo, no es diplomático ni trapichero, ni conspirador.

Parece sumiso, pero tiene genio, que solo se nota por la cara con los labios apretados y los pómulos ligeramente inquietos, gesto que desaparece enseguida. Posee un sentido del humor y de la ironía notable, capaz de superar tensiones y situaciones inesperadas. Es buena persona, está al tanto de lo que se publica y me dicen que reza.

Algunos aseguran que no tendrá fuerzas ni ganas de renovar esta Iglesia nuestra tan quebrada, pero creo que se precipitan al no darse cuenta de dos aspectos importantes. El nuevo cardenal es sinceramente conciliar, sabe lo que es y significa una conferencia episcopal y lo asume sin problemas. Por consiguiente, en el nuevo período habrá diálogo, discusión y decisiones consensuadas en el Ejecutivo y en la Plenaria. Y buen ambiente interno, necesario para que trascienda al exterior.

¿De quién se fía este Papa cuando nombra o crea para esta Iglesia española? No parece que utilice los cauces habituales, pero, sean quienes sean, da la impresión de que pertenecen a la nueva mayoría episcopal y que, en consecuencia, apuestan por una Iglesia más dialogante, más participativa y más acorde con el Pontífice. Todo está por hacer todavía y las circunstancias urgen, pero parece que contamos ya con algunos mimbres.

En el nº 2.924 de Vida Nueva.

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