Cáritas, el rostro humano de la Iglesia

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Cáritas cumple cincuenta años en muchas diócesis españolas. Los corazones latiendo que conforman el símbolo son bien conocidos, incluso desde la orilla menos creyente que valora y aplaude la mano que limpia el sudor con ternura. Hay mucha gente de excelente calidad humana trabajando en estas lides. También los hay que se han acercado para destrozar lo que pudieron, pero una anécdota no deja de ser la confirmación de una regla y también hay aquí personas-anécdotas. Pasarán a la historia por lo que son, simples anécdotas. Son los menos, porque los anales de esta egregia institución están llenos de derramas de amor compartido con el hambre, la soledad, la miseria, la pobreza del hombre escupido por la misma sociedad que lo engorda y aúpa tirándolo por la borda. Cáritas cumple medio siglo, aunque la caridad en la Iglesia viene de lejos. Dijo el Señor que a los pobres los tendremos siempre con nosotros. Los 50 años de Cáritas son una ocasión para el agradecimiento a quienes han trabajado durante este tiempo con las pobrezas antiguas ayudadas con el pan y el pez o, en la actualidad, enseñándoles a pescar. Antes y ahora, lo que permanece es la sonrisa. Hubo en aquellos últimos años de los cincuenta una primavera excelsa, abundante y fecunda. Manos Unidas, Cáritas diocesanas, esta revista que cada semana se acurruca en vuestro hogar, nacieron entonces. Cincuenta años son importantes y para Cáritas han supuesto un camino no exento de dificultades, pero gozoso, porque quien comparte el camino de los pobres siempre estará alegre. Hay un peligro de sucursalizar Cáritas y hacer de ella una empresa más. Cáritas es otra cosa y hay que saber verla, entenderla y apoyarla.

Publicado en el nº 2.649 de Vida Nueva (del 21 al 27 de febrero de 2009).

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