CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“En estos momentos de grandes dificultades, es muy de agradecer la labor que realiza la clase política…”
De la política y de los políticos hay para escribir cada día un nuevo tratado. Porque el tema lo merece, y de la actualidad, para qué decirles a ustedes. Nos vendría muy bien darle un repaso a lo que es un Estado de Derecho, en nuestro caso democrático, y las responsabilidades públicas que han de asumir los ciudadanos.
Se repiten las descalificaciones de los hombres y mujeres entregados a la política, se les denuesta y hasta se les carga de insultos. Lo último, en cualquier caso, es completamente reprobable. Junto a los improperios dirigidos a la clase política, suele aparecer la pancarta, en sus más diversas formas y especies, en la que se proclama, a bombo y platillo, que políticas y políticos no.
Un absurdo más para nuestra colección de incongruencias. La política es una actividad que se dirige al gobierno del bien común de una colectividad. Sin hombres y mujeres que asuman esa responsabilidad de gobierno y dirección, sería completamente imposible la gestión de los asuntos públicos.
Política sí y políticos también, pero que la política se ajuste a los principios constitucionales establecidos y que los hombres y mujeres encargados de los gobiernos actúen, dentro de las instituciones democráticas, con la responsabilidad que se les ha confiado y que ellos libremente han asumido.
Benedicto XVI ha alabado, en más de una ocasión, la nobleza de la vida política y de la entrega a trabajar por el bien común. Incluso, recogiendo el pensamiento de su antecesor, el recientemente canonizado Juan Pablo II, se ha referido a la caridad política.
Políticas sí y políticos también. Un Estado de Derecho no puede prescindir de una Constitución y de unas personas que asuman las responsabilidades de gobierno. En estos momentos, de grandes dificultades económicas, sociales, familiares, laborales…, es muy de agradecer la labor que está realizando la clase política, Gobierno y oposición, para tratar de salir adelante.
Después de esta declaración de reconocimiento a los hombres y mujeres de la vida política, suplicar amablemente a todos, que, más allá de las legítimas diferencias y hasta discrepancias, tengan siempre presente que el objetivo de su trabajo no es otro que el bienestar del pueblo al que deben servir.
Decía Benedicto XVI:
La Iglesia impulsa a los creyentes a que amen la justicia y participen honestamente en la vida pública o profesional con sentido de respeto y solidaridad, para promover orgánica e institucionalmente el bien común. También está comprometida en la promoción y defensa de los derechos humanos, por la alta consideración que tiene de la dignidad de la persona en su integridad, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Pone todo su empeño, con los medios que le son propios, en que ninguno de esos derechos sea violado o excluido, tanto por parte de los individuos como de las instituciones.
(Al Embajador de España, 20-5-2006).
En el nº 2.895 de Vida Nueva