(Vida Nueva) El reciente Foro católico-musulmán de Roma nos ofrece la ocasión de ver cómo están las cosas en España. El misionero Justo Lacunza y el imán Riay Tatary reflexionan en sendos ‘Enfoques’ acerca del momento por el que atraviesa el diálogo entre ambas religiones en nuestro país.
Hagamos un nuevo esfuerzo por entendernos
(Justo Lacunza-Balda, Padre Blanco. Ex rector del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos) Con una declaración conjunta, los 58 participantes en el I Foro Católico-Musulmán concluyeron en Roma los debates que han tenido por tema Amor a Dios, amor al prójimo. La reunión, celebrada del 4 al 6 de noviembre por iniciativa de la Santa Sede, es un paso importante en el campo del diálogo entre cristianos y musulmanes. Este foro común ha surgido a raíz de la Carta escrita por 138 personalidades musulmanas a los líderes de todas las iglesias cristianas. La Carta fue enviada también al papa Benedicto XVI como líder supremo de la Iglesia católica. Al término del encuentro, las dos delegaciones fueron recibidas por el Pontífice. En su discurso, Joseph Ratzinger subrayó que el tema elegido “evidencia de manera más clara los fundamentos teológicos y espirituales de una enseñanza central en nuestras respectivas religiones”. El discurso papal y la declaración suscrita por ambas delegaciones subrayan la dignidad sagrada y transcendental de la persona humana.
Es evidente el clima de desconfianza que reina entre cristianos y musulmanes a nivel mundial. Nuestro país no es una excepción. A ello ha contribuido de manera decisiva el ataque del 11-M, a manos de terroristas islámicos. No será fácil recuperar el clima de confianza ya que, desde el año 2004, se han realizado también otras detenciones relacionadas con el terrorismo islamista. Estos hechos hacen que las relaciones islamo-cristianas sean todavía más complejas y difíciles. Tanto para musulmanes como para cristianos. Sin embargo, la declaración final del I Foro Católico-Musulmán es una llamada sin tapujos para que católicos y musulmanes hagan un nuevo esfuerzo por entenderse, por crear espacios de diálogo interreligioso. Eso significa un debate abierto, una puesta en común como parte integrante de la misión de la Iglesia. “El diálogo interreligioso hace parte de la misión evangelizadora de la Iglesia” (Redemptoris Missio, 55). Por eso, el diálogo interreligioso, en este caso con los musulmanes, debe tener una gran importancia en la misión de la Iglesia católica. El diálogo interreligioso favorece el entendimiento, construye la libertad, fomenta la convivencia y edifica la paz. En definitiva, es traducir en vida el Amor a Dios y el amor al prójimo. Y, para esta misión de la Iglesia, no hay fronteras.
Cristianos y musulmanes han restado protagonismo a la palabra, al diálogo, al encuentro. Es urgente tomar conciencia del pasado y también del presente para poder cambiar actitudes, progresar en el respeto del otro, favorecer la mutua comprensión. Pero esto no significa arrinconar los problemas, cerrar los ojos a la realidad y, menos todavía, desesperar ante los desafíos. Al contrario, sólo una actitud dialogante, un espíritu abierto y una templanza a prueba de fuego permiten hacer frente a los difíciles retos del presente. Sin miedos, sin cobardías, sin condicionamientos. Con frecuencia, los prejuicios enquistados se convierten en muros invisibles e infranqueables. Muchas veces, los malentendidos ocultos impiden el diálogo leal y constructivo. Los conflictos actuales enrarecen el clima de escucha, obstaculizan las vías del entendimiento, impiden el perdón y la concordia. Además, el desplome global del sistema financiero levanta polvaredas de críticas y contribuye al deterioro global de las relaciones humanas. Por eso, la declaración que católicos y musulmanes han suscrito en el I Foro Católico-Musulmán demuestra una voluntad firme de cambio que se debe transformar en acciones concretas a todos los niveles en las comunidades católicas y musulmanas.
En los últimos meses hemos presenciado el odio, la violencia y la persecución contra las minorías cristianas en numerosos países del mundo, especialmente en India. Parece que los Estados han olvidado que la libertad religiosa es un derecho inalienable de la persona. No respetándola, se pisotean los derechos humanos, crecen los enfrentamientos entre las comunidades y aumentan los muertos. Los indefensos, la gente sencilla y los pobres son, en definitiva, los que acaban pagando el precio con sus vidas.
El I Foro Católico-Musulmán de Roma es un llamamiento esperanzador a todos los cristianos y musulmanes. Desde las más altas esferas de las jerarquías católicas y musulmanas hasta las más pequeñas comunidades de creyentes. Sólo así el dialogo interreligioso será una vía para salvaguardar la dignidad humana, defender las libertades y construir la paz global.
El diálogo por la paz mundial
(Riay Tatary– Presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España) Siempre que hablamos sobre la paz en el mundo, veíamos emergente la necesidad del diálogo sincero y profundo entre los católicos y los musulmanes, que juntos forman la mitad de la población mundial. Creyendo firmemente que un entendimiento entre ambas religiones ayudaría de forma eficaz a la estabilidad del mundo en que vivimos, y que cualquier acercamiento para entenderse es un paso hacia evitar los conflictos y construir un mundo mejor. En este contexto debemos leer los últimos gestos manifestados tanto por los musulmanes como por los católicos.
El diálogo como instrumento religioso islámico
Desde que empezó la revelación coránica, se veía muy claro el lenguaje dialogante, referente esencialmente al hombre como el receptor directo del mensaje divino, y como metodología e instrumento que abarca todas las dimensiones y todos los niveles que comprenden la vida humana.
Hay que distinguir entre tres campos de diálogo:
- El diálogo religioso propiamente dicho, es decir, lo relativo al credo y las creencias…
- El diálogo para el mutuo conocimiento.
- El diálogo en el campo de la cooperación, en todo aquello que afecta a los valores comunes, como las cuestiones que incumben a todos los hombres, tal como defender el medio ambiente, la lucha en contra de la opresión, o defender los Derechos Humanos.
Necesidad del diálogo religioso
Desde la perspectiva islámica, cumplir con un deber divino que fue pedido a todos los hombres, es una petición a todos los adeptos de las diferentes religiones sin distinción alguna, y se contempla como cooperación en el bien y la devoción en contra del mal y la agresión.
Esta forma representa verdaderamente el cumplir con el derecho de la ciudadanía, que se manifiesta en la participación y colaboración, todos juntos al mismo nivel, deberes y derechos que comparten los miembros del mismo país.
Y otra necesidad emergente en nuestro tiempo, la de cuidar todos las raíces de la fe común como siervos de Dios.
Objetivos del diálogo religioso
El primer objetivo, sin duda alguna, es el de proteger las relaciones de bondad entre los distintos colectivos y creencias que forman la sociedad y que comparten los religiosos en la forma de convivencia.
Desarrollar los puntos de encuentro entre todos los creyentes -no importa la forma-, de tal modo que cuando se avive la fe viva y sincera en el Altísimo, disminuyan los conflictos y se reduzcan poco a poco hasta que dejen prácticamente de influir negativamente en las relaciones entre los que forman una sola comunidad.
Puntos de partida para el diálogo religioso
Liberar a todos los adeptos de las religiones del fanatismo y la ignorancia religiosa que daña a los propios fieles de cada confesión, y edificar las bases de amor y cooperación sobre las reglas de la justicia y la equidad.
El diálogo debe comprender todos los niveles, desde el más alto al más simple, abarcando todos los niveles sociales e intelectuales, tanto a nivel interno de cada religión como externo con las demás religiones.
Una actitud positiva, mantenida por las distintas confesiones religiosas presentes en España, es el compromiso de un diálogo vivo y práctico en la vida cotidiana de la gente. Así, deberán evitarse:
- El sentimiento de sospecha y desprecio por parte de ciertos sectores de la sociedad hacia una confesión determinada, especialmente hacia el Islam.
- La postura de rechazo de ciertas personas que ocupan posiciones claves y que influyen en la aplicación de las normas legislativas vigentes.
- La utilización de los medios de información sociales para dar mala imagen del Islam.
- La vivencia de la memoria histórica negativa que refleja un pasado de lucha y discordia, especialmente a través de los libros de texto españoles.
Estos puntos y otros muchos más son campo de trabajo para poder hallar un ambiente sano de convivencia religiosa entre todos los ciudadanos de la sociedad española. Mientras no reine el respeto mutuo, la solidaridad y el espíritu de cooperación, queda amenazada la libertad religiosa en España y, por supuesto, el diálogo católico-musulmán.
En el nº 2.636 de Vida Nueva.