Celibato, ordenación de mujeres y divorciados

LUIS GROIZARD. MADRID | En la visita del papa Benedicto XVI a Alemania, el pasado septiembre, 300 curas austriacos se manifestaron públicamente a favor de la revisión del celibato, la ordenación de las mujeres y la comunión de los divorciados.

En cuanto al celibato de la Iglesia, que tiene sus pros y también sus contras, como probablemente el reciente escándalo de la pederastia, tal vez sería interesante una reconsideración actual, para lo cual podría estudiarse la experiencia, no ya de los protestantes, sino de los ortodoxos, entre quienes solo los obispos están obligados al celibato, y de los mismos católicos de rito oriental, en donde los casados pueden tomar órdenes sagradas.

Jesucristo no prohibió a las mujeres ser apóstoles. Simplemente, eligió solo a varones; probablemente, por las costumbres de la época y de una nación eminentemente patriarcal. Esencialmente, el alma de la mujer es igual que la del varón, por lo que el sexo es básicamente físico.

Respecto a los casos de los divorciados vueltos a casar, al no existir el divorcio en nuestra religión –y esto sí que es institución divina por las conocidas palabras de Jesús–, es lógico que no puedan comulgar; pero esto nos lleva también al mismo texto de san Mateo, cuando el Señor añade: “Excepto en casos de adulterio”.

Se han dado interpretaciones lingüísticas favorables al actual criterio de la Iglesia de no considerar excepción el adulterio previo de una de las partes (en aquella época, podía ser “libelo de repudio” solamente el varón). Pero la interpretación literal, en principio, es las más clara, la más directa. A no ser que otra interpretación lógica o sistemática sea más inteligente. Porque el mismo Señor que puso la prohibición, ¿para qué citó una excepción?

En el nº 2.778 de Vida Nueva.

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