ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid
“La tarea del secretario es muy importante y hermosa>; algo así como el director de orquesta, que debe conjuntar las diferentes voces y sonidos…”.
En la Iglesia trabajamos a fondo perdido, ha dicho recientemente el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo. Y una prueba viviente de esto es precisamente el conjunto de comisiones y servicios que él tiene la misión de animar y coordinar, como una especie de colmena pastoral al servicio de la Iglesia.
El papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, decía a los obispos españoles mientras predicaba los Ejercicios Espirituales: “Nada puede marchar bien entre los humanos sin instituciones. (…) La Iglesia es visible, no meramente pneumática. Iglesia visible significa una organización perceptible por todos. Una institución pastoral es un cuerpo y un alma, es una tradición y un carisma”. Y si bien esto lo dijo a los obispos en 2006, recientemente se ha publicado en España el texto de dichos ejercicios con con su expresa autorización el 19 de marzo de 2013 (Papa Francisco, En Él solo la esperanza, Biblioteca de Autores Cristianos, p. 49).
Fruto del último Concilio, las conferencias episcopales son una magnífica expresión de la colegialidad episcopal, un ministerio pastoral al servicio de la corresponsabilidad eclesial de todos los bautizados, más amplia y general.
Volviendo a la estructura del Secretariado de la Conferencia Episcopal, es justo recordar que no se trata de un conjunto de burócratas de por vida, sino de gente de las distintas diócesis o congregaciones religiosas, elegidos/as entre los que tienen ya una experiencia y un carisma en el campo pastoral de la Comisión para la que han sido destinados. Después de algunos años volverán con gusto a sus orígenes, después del sacrificio que han tenido que hacer, al servicio del bien común.
Y la tarea del secretario es muy importante y hermosa; algo así como el director de orquesta, que debe conjuntar las diferentes voces y sonidos para hacer sonar la sinfonía del Espíritu Santo, la sinfonía de la Iglesia.
En el nº 2.884 de Vida Nueva.