FRAN OTERO, redactor de Vida Nueva |
Leo estos días interesantes testimonios de personas, incluso cercanas, que han podido conocer a Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco. Leía y escuchaba con envidia; sana, por supuesto. Pero, en realidad, entre pensamiento y pensamiento, me percaté de que sí le había conocido y había dejado en mí, como periodista, una huella importante.
Me lo presentó Manuel Bru en un grupo de reflexión de la Fundación Crónica Blanca. Pueden dar fe de ello Jesús Luis, Álvaro, Cristina, Jorge, Benjamín y su compatriota argentino Esteban. No estaba en carne y hueso; se presentó en papel, en una hermosa reflexión sobre los medios de comunicación titulada Comunicador: ¿quién es tu prójimo?, pronunciada años atrás en su querida Argentina.
Sí, para el hoy papa Francisco, la comunicación tiene mucho que ver con la parábola del buen samaritano. Entonces, planteaba preguntas concretas al periodista, sobre todo, al cristiano: ¿a quién debes amar? ¿Cómo se da la ‘projimidad’ en los medios de comunicación? ¿Cómo se ama a través de los medios?
El día en que conocí al padre Jorge,
me enseñó que parte de mi misión, como periodista y cristiano,
es descubrir, mostrar y resaltar esa belleza,
porque pone “los cimientos de una cultura
de la solidaridad y de la amistad social”.
Bergoglio nos llevó en aquel texto, y nos lleva hoy, a la dignidad de cada persona, y propone acercarse a ella desde “la belleza de la caridad en la verdad”. Lanzaba este mensaje: “Aproximarse bien (al prójimo) es mostrar y resaltar su dignidad, la grandeza de su vocación, la belleza del amor que comparte el dolor, el sentido del sacrificio y la alegría de los logros”.
Me enseñó este Papa, por ejemplo, a ver la belleza que hay en un padre, también en el mío, que “vuelve a casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan”; la belleza de la comunión de una familia junto a la mesa y el pan compartido, “aunque la mesa sea muy pobre”; o “la hermosura de una esposa desarreglada y anciana, que permanece cuidando a sus esposo enfermo más allá de sus fuerzas”.
El día en que conocí al padre Jorge, me enseñó que parte de mi misión, como periodista y cristiano, es descubrir, mostrar y resaltar esa belleza, porque pone “los cimientos de una cultura de la solidaridad y de la amistad social”.
En este sentido, el reto del comunicador cristiano es doble: conocer, sentir y gustar la belleza del amor de Dios por la contemplación; y compartir esa belleza con profesionalidad y, cómo no, con el uso de los medios y el lenguaje de hoy. Palabra de Bergoglio.
Gracias, Manuel, por presentármelo; y gracias, Francisco, por la lección.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.