MERCEDES CASAS, presidenta de la CLAR |
Sueño con un papa que nos guíe para tener una nueva mirada hacia adentro de la Iglesia y hacia la realidad.
Con un hombre de fe, que le cree al Reino y que es consciente de que la Iglesia es un instrumento de instauración del Reino.
Que es sensible a las situaciones de dolor que viven la mayoría de los pueblos donde se vive la fe y con gran sensibilidad y solidaridad con los pueblos que no tienen el recurso de la fe.
Un papa que reafirme las instituciones eclesiales del Concilio Vaticano II, de una Iglesia Pueblo de Dios, de una Iglesia incluyente, de una Iglesia de los Pobres, donde se complementen muy bien las dimensiones petrina y mariana, tan comentadas en la eclesiología actual.
Que promueva la comunión buscando nuevas formas de encuentro y diálogo con la cultura actual sin perder la centralidad en Cristo. Que continúe el diálogo interreligioso, como lo hizo el papa Benedicto XVI, que construya puentes y ensanche las puertas del Reino.
Lo sueño como un hombre del Espíritu
y que, por lo mismo, es un hombre libre, audaz;
que sepa dar continuidad y,
al mismo tiempo, discontinuidad a la Iglesia.
Lo sueño como un hombre del Espíritu y que, por lo mismo, es un hombre libre, audaz; que sepa dar continuidad y, al mismo tiempo, discontinuidad a la Iglesia; que impulse el protagonismo de los laicos, que promueva la presencia de la mujer, con voz y voto, en ámbitos eclesiales donde se juega la vida de nuestros pueblos, donde se toman decisiones pastorales, donde la visión de los laicos –y especialmente de la mujer– puede enriquecer y complementar la visión masculina y, a veces, muy clerical con la que siempre se piensa y se decide.
Con un papa que tenga siempre una palabra ante la deshumanización, sensible a las situaciones de injusticia y desorden que vive nuestra “aldea global”, con una clara opción (sin temor) por la vida de los marginados donde la vida clama.
Un papa que tenga la capacidad de atender a las necesidades de la Iglesia universal, que mire más allá de su contexto, que tenga en cuenta que en Latinoamérica viven el 42% de los 1.200 millones de católicos.
Con un papa que siga creyendo en la dimensión mística y profética de la Vida Religiosa, tanto femenina como masculina, que valore la diversidad de formas y colores de sus carismas fundacionales dados por el Espíritu, y que continúe animando a quienes, en los rincones de la misión, del claustro, de las fronteras, de los desiertos y de los diferentes escenarios de nuestro mundo, siguen a Jesús consagrando su vida a Dios y la entregan apasionadamente en favor del Reino.
En el nº 2.839 de Vida Nueva.