(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)
“Tenemos un programa, la doctrina social de la Iglesia, que podría servirnos como hoja de ruta para un largo camino hacia la utopía, no con teorías económicas cerradas en sí mismas, sino con principios y una orientación hacia la civilización del amor, la solidaridad y la fraternidad”
El trágico hundimiento de las torres gemelas, obra maestra del terrorismo internacional aun siendo obra de manos criminales, casi podría parecer una profecía apocalíptica del hundimiento del sistema financiero mundial, como principal herramienta del capitalismo. Paradójicamente, los grandes bancos, que parecían la reserva del dinero del mundo, ahora necesitan una limosnita de los estados, con dinero del ciudadano, de los currantes, de los contribuyentes.
¡Y todavía, importantes figuras políticas hablan de refundar el capitalismo! ¿No sería mejor que se le ayudase a bien morir, y fundar una nueva economía para una nueva sociedad, más justa, humana, solidaria y fraterna? Parece muy difícil, no imposible; al menos, intentarlo. Tenemos un pueblo, un programa y una herramienta. Los cristianos somos la cuarta parte de la población mundial, compartiendo al menos los principios comunes del humanismo cristiano.
Tenemos un programa, la doctrina social de la Iglesia, que podría servirnos como hoja de ruta para un largo camino hacia la utopía, no con teorías económicas cerradas en sí mismas, sino con principios y una orientación hacia la civilización del amor, la solidaridad y la fraternidad.
Y tenemos, además, una herramienta de comunión globalizada, Internet. Ya no se trata de leyes escritas en tablas de piedra u hojas de papel, sino cuyo soporte es el aire, el espacio, el espíritu, que en cristiano es como nuestro internet místico, que nos pone en comunicación y comunión en tiempo real, sin virus ni problemas.
¿Utopía? No lo sé. Pero aunque la utopía –u-topos– sea lo que no existe en parte alguna, en la historia del pensamiento la utopía nos arrastra desde el futuro influyendo ya en el presente. Aunque las ruinas del capitalismo no hayan dejado aún campo libre a una nueva agricultura, siempre podemos sembrar nuevos frutos en los contenedores y flores en las alcantarillas. Semilla abundante tenemos en la doctrina social de la Iglesia.
En el nº 2.658 de Vida Nueva.