MANUEL SÁNCHEZ MONGE, obispo de Mondoñedo-Ferrol |
Desde mi experiencia por lo que se refiere a la elección de los últimos papas, estoy firmemente convencido de la acción del Espíritu Santo. Él, por decirlo abiertamente, siempre se sale con la suya. Nos parecía que nadie estaba preparado para suceder a Pío XII y vino Juan XXIII, el “Papa bueno”, que, en su breve pontificado, convocó el Concilio de nuestro tiempo y propició la reforma del Código de Derecho Canónico. Dos piezas fundamentales en la vida de la Iglesia.
Cuando era difícil encauzar el desarrollo del Vaticano II, Dios suscitó a Pablo VI, que lo llevó a buen término y abrió el ejercicio del ministerio petrino a nuevos horizontes, iniciando los viajes a lejanos continentes. Juan Pablo I, en un solo mes, nos trajo la sonrisa que la Iglesia necesitaba en ese momento y se nos presentó como el gran párroco del mundo.
¿Quién podía soñar con un papa de 58 años, no italiano y nada menos que del Telón de acero? Pues ese fue Juan Pablo II, el Papa de los gestos sorprendentes y el Papa de los jóvenes, de las familias, del atentado que a punto estuvo de costarle la vida…
Por fin, el Espíritu Santo nos regaló, por medio del voto de los cardenales, a Benedicto XVI, humilde y valiente, firme en su fe y siempre dialogante. Sus palabras, habladas o escritas, han sido siempre hermosas y atinadas, rezumaban sabiduría, pero no abrumaban.
Me parece que la Iglesia necesita un papa
con una fuerte experiencia de Dios,
verdaderamente enamorado de Jesucristo, con un gran corazón de Pastor
para que pueda cumplir el único requisito
que el Señor le pidió a Pedro: “¿Me amas más que estos?”.
A los papas que he conocido a lo largo de mi vida les he acogido desde la fe y, con la ayuda de Dios, como sucesores de Pedro y vicarios de Jesucristo. Así espero acoger al próximo, sin fijarme en su procedencia, preparación o color de la piel. Por eso, todo lo que voy a decir son simples opiniones que, aunque bien intencionadas, pueden resultar claramente desafortunadas.
Me parece que la Iglesia necesita un papa con una fuerte experiencia de Dios, verdaderamente enamorado de Jesucristo, con un gran corazón de Pastor para que pueda cumplir el único requisito que el Señor le pidió a Pedro: “¿Me amas más que estos?”.
Estimo que el nuevo papa seguirá los caminos de Juan Pablo II y Benedicto XVI, introduciendo las novedades que el Espíritu Santo le sugiera en cada momento. Para proseguir el diálogo de la Iglesia con el mundo de hoy, habrá de conocer a fondo la cultura actual para recibir en la Iglesia sus luces y denunciar valientemente sus sombras.
En estos días rezo por Benedicto XVI, agradeciendo sus trabajos y sufrimientos a favor de la Iglesia, y pido al Señor que nos regale el papa que Él nos tiene preparado y que, ciertamente, es el que más nos conviene.
En el nº 2.839 de Vida Nueva.