Conversión y conversación

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“La palabra ha sido la herramienta que ha humanizado al hombre y al mundo. La palabra del cristiano lleva añadida la fuerza divina de la gracia”

¿Por qué cantan los pájaros? Probablemente, porque le gusta a Dios que los creó. ¿Por qué hablamos los hombres? Porque somos imagen y semejanza de Dios, que es eterna conversación entre el Padre y el Hijo, en el lazo de amor del Espíritu Santo.

¿Quién podría oír al mismo tiempo cantar todos los pájaros del cielo? ¿Y quién podría entender todos los idiomas de la tierra? Cada uno es un misterio de comunicación y de comunión, que brota hilo a hilo del corazón, se formula con la razón y se expresa con la conversación.

Jesús habló con voz humana en una lengua, y ahora sigue hablando en los idiomas de todos sus discípulos. Mis palabras no pasarán. En más de dos mil lenguas decimos y hacemos lo mismo en la Misa de cada día en cualquier parte del mundo. Padre nuestro… Esto es mi cuerpo. La oración y los sacramentos forman dentro de la humanidad una comunidad y una comunión especial, en la que podemos oír la Palabra de Dios en Jesucristo, y al mismo tiempo podemos hablar a Dios en la oración.

Recientemente, algunas escuelas filosóficas han dado una importancia excepcional a la palabra humana, a la que atribuyen una fuerza propia, con un valor performativo. La palabra ha sido la herramienta que ha humanizado al hombre y al mundo. La palabra del cristiano lleva añadida la fuerza divina de la gracia. A los cristianos se nos podría decir, parafraseando a san Pablo: Ya comáis, ya bebáis, ya habléis, hacedlo todo para gloria de Dios. La palabra humana puede hacer mucho bien o mucho mal, como nos recuerda la Epístola de Santiago. 

Pero, además, podemos estar en diálogo con Dios continuamente, con nuestra conversión y nuestra conversación interior con nuestro Padre como miembros de Cristo y templos del Espíritu. Ese es nuestro tesoro en la tierra, donde debe estar siempre, de día y de noche, nuestro corazón.

ainiesta@vidanueva.es 

En el nº 2.667 de Vida Nueva.

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