Cuando el fuego de la fe necesita ayuda para reavivarse

Consagrados y misioneros acuden cada vez más a psicólogos especializados

(Miguel Ángel Malavia) Muchas veces pensamos que los consagrados son de otro mundo, más cerca de lo divino que de lo humano. Sin embargo, al igual que hay médicos, profesores o abogados que dicen estar “quemados” en su trabajo, son muchos los dedicados a la misión de evangelizar que atraviesan por la misma sensación de hastío. Un gran conocedor de los efectos de este sentimiento es Ignacio Guerrero, laico consagrado desde que a los 20 años  ingresó en una comunidad de focolares. Como psicólogo, ha conjugado su profesión con su fe, dedicando gran parte de su vida a atender casos de misioneros con problemas de este tipo.

Recientemente, en la ‘XVI Semana de Formación Permanente de Consagrados de Galicia’, impartió varias conferencias sobre salud mental. Pero la que más llamó la atención fue la titulada ‘Madurez psicológica. Burn out en los consagrados’. Él mismo aclara qué es el burn out: “el hastío en la propia vocación”.

Ignacio advierte que sus primeros síntomas son “la pérdida de entusiasmo y la desmotivación”. Algo que se da, precisamente, en las personas que con más apasionamiento se toman su espiritualidad. “Les sucede a muchos misioneros, pues hacen frente a los dramas de muchísima gente. Y puesto que son tantas las veces que no les pueden ayudar… ahí nacen sus frustraciones, los golpes más duros”. Él mismo, cuando tenía 35 años y estaba como misionero en Corea del Sur (también ha estado en Filipinas y Colombia), cayó en el pozo de la impotencia. “Sentí que no podía ayudar todo lo que quería y me costaba adaptarme a la cultura y la lengua autóctonas”. Así, poco a poco, fue entrando en una espiral de desasosiego… de la que logró salir. Como la mayoría. “Casi todos los que pasan por esto, lo hacen por una temporada en la que están faltos de esperanza. Los peores son los casos de aquellos que se ven incapaces de reaccionar y arrastran un sentimiento crónico”, concluye.

Ignacio tiene claro cómo actuar contra el burn out: “Lo primero es detectar los iniciales síntomas y parar, alejarse algún tiempo de lo que agobia. Todos debemos saber desconectar, incluidos los misioneros”. También es determinante el saberse bien acompañado: “El que sufre debe sentirse escuchado, saber que no está sólo con su sentimiento”, asegura.

Ignacio pide, ante todo, comprensión: “Afortunadamente, acudir al psicólogo ya no es visto como un signo de locura. La salud mental es percibida como una parte muy importante en el equilibrio de la persona. Pues bien, no hay que ver nada raro en que un consagrado atraviese por estas crisis”. Cuestionado sobre si éstas pueden equivaler a una interior falta de fe, el psicólogo es claro: “Precisamente, quienes más entusiasmo en la fe demuestran, al implicarse en un grado mayor, son los que más daño se pueden hacer por no poder cumplir con las excesivas expectativas que ellos mismos se habían marcado. Y ése es el problema; que si no se soluciona a tiempo, puede derivar en  sequedad espiritual, pereza ante la oración… Y así, en casos muy extremos, puede hacer mucho daño a la propia espiritualidad”.

Afortunadamente, son muchos los psicólogos que, como Ignacio, saben comprender que cuanto más quema el fuego de la fe en el interior de un corazón, más se teme decepcionar a Dios.

En el nº 2.630 de Vida Nueva.

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