(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)
“Pues no será Él quien cambie nuestro mundo, si lo más que anhelamos es la primavera, más créditos bancarios y una tregua en los muros de Gaza. No sabemos leer los signos de los tiempos. Todo clama a nuestro alrededor por un nuevo modelo de desarrollo; pero, mientras tanto, sólo rezamos para que no nos pase ¡nada!”
El frío, la crisis y la guerra judía no pueden con nosotros. Y eso que estas nevadas nos harán añorar hasta el calentamiento del planeta. Y eso que los desmanes financieros ya arrecian contra millones de parados inocentes. Y eso que la represalia judía arrambla con el diccionario y trueca hasta terrorismo. Son calamidades que nos traen de cabeza, pero sin tocarnos la mentalidad, sin convertirnos ni hacernos desear la vuelta del Señor, a pesar del Adviento.
Pues no será Él quien cambie nuestro mundo, si lo más que anhelamos es la primavera, más créditos bancarios y una tregua en los muros de Gaza. No sabemos leer los signos de los tiempos. Todo clama a nuestro alrededor por un nuevo modelo de desarrollo; pero, mientras tanto, sólo rezamos para que no nos pase ¡nada! ¡Pues tiene que llover, y a cántaros, y hay que repartir la economía con todos y convertir la paz en Palestina en un ensayo para la paz africana, afgana e iraquí! La gente más sencilla y los jóvenes, tal vez, lo barruntan así sin necesidad de discurrirlo.
Para nosotros, Iglesia, puede ser demoledor, porque así es el ridículo: un abismo entre las expectativas y las respuestas. ¡Mira que salir por peteneras con la que está cayendo…! El Evangelio no da meteorología, ni finanzas, ni política global, sino buena nueva a quienes las soportan (y conciencia a quienes no se enteran). Cuando la Iglesia es noticia por una simple escuelilla de un mísero poblado, nadie se ríe; cuando lo es por sus capisayos o por una vacante en la sede primada, hay hasta quien se irrita o se pregunta: ¿primada? ¿Será de parentesco o de lotería? Todos a una, pues, en la Iglesia y en la tele españolas: a la altura de los últimos, que desean una era nueva.
En el nº 2.644 de Vida Nueva.