(Santos Urías) Vivimos en el tiempo de la comunicación: medios de comunicación, Internet, telefonía móvil, televisión digital, alta velocidad… Pero la comunicación verdadera radica en la comprensión. En que, detrás de cada significante, se esconda un verdadero significado.
Hoy en día muchas teorías, muchos discursos, muchas palabras, se han vaciado de sentido. Es una de las realidades que tiene que afrontar nuestra fe del siglo veintiuno, y en un país como el nuestro, acomodado, burgués, de Misa de Domingo y gente “bien”.
De ahí que, cuando se habla de estar dispuestos a dar la vida, no conviene reducirlo a un concepto, a un sentido figurado, a una forma de hablar.
Es entonces cuando la miro. Cuando veo su fragilidad, su debilidad, el silencio de sus heridas, y me digo: yo daría la vida por esta persona, ya la he dado en muchos momentos.
Y si estamos dispuestos a dar la vida realmente por alguien, por alguien concreto, con su nombre y apellidos, ya no hay utopía.
Por eso Cristo sigue vivo.
En el nº 2.632 de Vida Nueva.