JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Comenzó siendo el “God’s Rottweiler” en 2005 y acaba siendo un “Good Boy”, siete años después. Ratzinger, que asumió el pontificado tras una añagaza de Juan Pablo II, convencido de que no podía ser otro quien le sucediera, se marcha con el trabajo hecho.
Un ciclo acaba, culmina un largo pontificado con dos caras de una misma moneda, más de treinta años, una generación entera: Wojtyla y Ratzinger. Este culminó lo que el primero dejó abierto.
Ambos vinieron de países lejanos, totalitarios y enfrentados; ambos trabajaron en el Concilio, uno en la Lumen Gentium y otro en la Gaudium et Spes. Se fiaron uno del otro en Roma durante largos años y trazaron una senda unidos. Era de lógica que uno sucediera al otro. Uno paseó el dolor como testimonio; otro prefiere marcharse por lo mismo.
Los largos pontificados necesitan de períodos serenos de transición. Acaba una etapa y se abre otra nueva, en el cincuenta aniversario del Vaticano II, en el Año de la fe, en un nuevo milenio, con el deseo de renovación. Hasta ahora lo ha hecho con oración y decretos. Ahora, solo lo hará desde la oración. Valiente, sencillo y humilde. En definitiva, un “Good Boy”.
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- LA CRÓNICA DEL DIRECTOR: Una serena y grandiosa lección a los ‘papólatras’, por Juan Rubio
En el nº 2.836 de Vida Nueva.