Del curro al ‘hobby’

(Alberto Iniesta-Obispo Auxiliar emérito de Madrid) Escribo este Catavientos precisamente el Día del Trabajo, en el que paradójicamente no se trabaja. Se podría decir que es una oportunidad para reunirse y manifestarse para defender el trabajo y los trabajadores, pero en la conurbación de Madrid, que tiene más de seis millones de habitantes, la manifestación no ha llegado a los veinte mil según la estimación de los organizadores, que siempre suelen hinchar el perro de los asistentes.

De hecho, en nuestra sociedad no tiene el trabajo muy buena prensa; parece como una maldición, un castigo divino, por aquello de la manzanita, como creen muchos, inclusive cristianos, ignorando que el mandato divino del trabajo es anterior al pecado original, si no una actividad que perfecciona al mismo tiempo al hombre y a la creación.

Lamentablemente, hay trabajos degradantes y agotadores, contra los que hay que luchar, como el de los niños esclavos de algunos países de Oriente, donde trabajan trescientas horas al mes por medio dólar diario. Pero, en sí mismo, todo trabajo humano es una realidad que enriquece al mundo y al hombre que lo realiza.

En todo caso, los cristianos tenemos motivos suficientes para disfrutarlo y valorarlo, empezando porque el mismo Dios nos ha dado ejemplo de trabajo y de descanso. Primero, simbólicamente, en el relato bíblico de la Creación, y luego, realmente en su Hijo, que vivió la mayor parte de su vida terrena como un pobre currante, ganándose la vida como todos.

Ya comáis, ya bebáis… ya trabajéis, hacedlo todo para gloria de Dios. Es como ser concreadores con el creador, continuar su obra para gloria de Dios, el bien del hombre y de la creación. Nosotros no podemos imponer esta cosmovisión a quienes no han asumido nuestra fe, pero tampoco debemos renunciar al gozo y la paz de convertir nuestras obligaciones en un hobby hecho libremente y por amor, como haría el Señor y con su ayuda.

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