Derecho a participar

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Capítulo importante en la Doctrina Social de la Iglesia es el de la participación en los distintos sectores de la estructura democrática, en la vida política y social, en el disfrute de recursos y bienes comunes. Junto a este derecho a participar, aparece el principio de subsidiariedad, que no es otra cosa que el ejercicio práctico de ese derecho.

Si la misericordia consiste en recoger lo mejor que uno pueda tener y ofrecérselo a aquel que lo necesita, es fácil comprender que la participación no es simplemente, por parte del inferior, el dejarse ayudar, sino la obligación, por parte de quien disfruta de bienes de cualquier tipo, de ponerlos a disposición del otro. Quien, por su parte, adquiere una responsabilidad de gestión en aquello que pertenece al bien de la comunidad; el dar participación al excluido no deja de ser una obra de misericordia.

Se podría extender este principio de subsidiariedad, y de una forma más personal, a dejarse ayudar, a recibir la corrección fraterna y la denuncia profética como una contribución a una conducta responsable y a una obra de misericordia que facilita el camino para la madurez humana y espiritual del creyente, y, más en particular, del cristiano, quien ha recibido la gracia de Jesucristo, que le ha invitado a anunciar el Evangelio y a realizar tantas obras santas en memoria suya.

En esta gran mesa de la humanidad no puede haber asientos vacíos. Unas veces lo pueden estar por la indiferencia de unos. Otras, por la exclusión positiva de otros. Cada cual ha de tener su puesto y su derecho.

Una participación, tan santa y necesaria, es la de poder acogerse al bien de la benevolencia y de la misericordia. El perdón de Cristo no conoce límites, ha dicho el papa Francisco. “La fuerza del perdón es el verdadero antídoto contra la tristeza provocada por el rencor y por la venganza”.

En la mesa de la misericordia de Dios siempre hay una silla dispuesta para aquel que quiera participar de alimentos tan gratos como son la acogida y el abrazo para aquel que se marchara de casa o del que nunca estuvo en ella; la reconciliación, el perdón, la alegría del encuentro entre los hermanos, la nobleza del olvido de las injurias, la buena memoria del bien que se puede haber realizado. Todos los hombres y mujeres de este mundo tienen derecho a participar en tan generosa mesa.

En el nº 2.977 de Vida Nueva

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