(Juan Rubio, director de Vida Nueva) Elecciones en la Asociación Católica de Propagandistas. Alfredo Dagnino, por poco margen, ha sido sustituido por Carlos Romero, un hombre de la casa. No ha habido cambio copernicano, sino recambio casero.
El derrotado ha sido el sistema presidencialista de Dagnino. Su nombre había adquirido tal fuerza que el de la institución quedaba escondido. Creyó que su misión, estando ya la casa sosegada en la ACdP, debía de ir por derroteros más ambiciosos, creando redes de influencia en la política y en la comunicación.
Pero la casa no estaba sosegada, sino revuelta. Él andaba en otros asuntos. Nunca desmintió el sueño de un partido confesional católico ni supo aclarar su colaboración con el grupo de Ariza en Intereconomía. Veleidades de un poder muy personal. La casa se le quedó pequeña y ya apuntaba otras maneras, con incursiones diversas.
Los propagandistas han preferido no renovarle la confianza. Quieren otra cosa. No le niegan su trabajo y buena voluntad, pero quieren otra cosa. Dagnino tiene su idea de España y de la Iglesia, pero era la suya. No la de todos. Y querer imponerla desde arriba, con osadía y prepotencia, le ha hecho perder.
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En el nº 2.741 de Vida Nueva.
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